1982 Iván tenía rasgos orientales, le llamaban “el preysler”. Iván saltó la tapia del descampado como lo más natural del mundo y encontró dos cachorros de gato mitad ciegos, mitad muertos. Arañaban desde dentro una bolsa de basura, maullando asustados, tiritando. Los han tirado. Qué cabrones. Decidió cambiar el destino que había trazado para ellos un aprendiz de dios. Ni lo sueñes, aquí no metes animales, por mal que estén, cuídalos, pero no aquí. ¡Madres! ¿Está Carlos? Espera. ¡Carlos! Ponte, me parece que es Iván. Hola. Hola, macho ¿Puedes salir? ¿Qué pasa? Joé , que me he metido en el descampao de Francisco Silvela y me he encontrao dos gatitos medio muertos. ¡Ostras! Bajo. El primer día edificamos una guarida con cajas. El segundo limpiamos los ojitos supurantes con agua destilada y los bautizamos, (con ese mismo agua), se llamaron Iván y Carlos. El tercero, desenredamos con una bruza la maraña de pelos. El cuarto, transformamos una toalla vieja en una madre postiza