Conocer a Lombao es como conocer a Edward Bloom, el de Big Fish. Es descubrirte de pronto en un mundo de aventuras asombrosas y personajes fantásticos. Conocer a Lombao es conocer a sus amigos los gigantes, Romay, Martín, Vecina, Geuer, Cebrián... A genios de lámparas maravillosas, Corbalán, Paquito, Miguel Quadra, Juan de Dios... Y cientos más, ellos y ellas, porque eso tienen las personas nucleares. Atravesar el bosque embrujado, (gallego a ser posible), y conocer a O Bruxo Torrado y a Carballo, a Carlos Pérez, a Marta Bobo, y llegar a un pueblo escondido, que aquí llamaré por ejemplo Quiroga, donde todos suelen caminar con los pies descalzos. Caminar descalzos para sentir el suelo, dejar las botas a la entrada, colgadas en un cable, y adentrarse en la vida diferente pero mejor de los que llevan el estigma y la impronta Lombao. La población de ese pueblo tiene nombres comunes, Mónica, Carolina, Andrés, Honorio, Alfonso, Alicia, Beatriz, Estela,… son nombres