Gertrude, si fuese española sería Geltrudis, nombre redicho donde los haya, nació en la Gran Manzana, el Nueva York en construcción de 1906. Cuando era una cani, viajó con su familia a Alemania, y allí en plena excursión por uno de esos lagos bucólicos de la Alemania de Guillermo II , se cayó al agua y pasó un mal trago. Entonces se prometió que nunca más le tendrían que rescatar. Tenía dos opciones, no acercarse nunca a piscinas, ríos, lagos o mares; o bien aprender a nadar. Aprendió. Y a partir de entonces, se dedicó a la natación, aunque los médicos se lo contraindicaron porque tenía una afección en el oído (de hecho pasados sus años de gloria se quedó como Beethoven mientras escribía la novena sinfonía). Pero su medio natural era el agua. A veces pasa, hay gente a quien el sonido del agua, la sensación de flotabilidad, la necesaria soledad, y todas esas cosas que acompañan a la natación les llena el Alma. En los años veinte, Ederle rompió una serie de ré