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Vera Caslavska (en el mes de la mujer deportista)

Esta mujer atesora una cantidad de historias tal que resulta difícil elegir. Me voy a quedar con las positivas.
Llama la atención su aspecto, ahora que estamos tan acostumbrados a que las gimnastas sean mujeres recién llegadas al mundo adulto. Los códigos y las tendencias nos han llevado a considerar que una gimnasta con diecisiete años tiene que empezar a pensar en retirarse, cuando hasta los 16 no se puede competir al máximo nivel.
Pero Vera Caslavska llegó a la cima de la gimnasia intercontinental cuando tenía veintiséis años, y ya había destacado muy sobradamente con cuatro años menos, cuando en Tokio 64 ganó el oro en todas las pruebas individuales y en el concurso completo.
La evolución de la gimnasia debe a Vera al menos un par de cosas, la modernidad y la idea de que no siempre tienen que ganar las rusas.
En aquellos tiempos “las rusas” eran “las soviéticas”, y en Checoslovaquia, el país de Caslavska (nació en Praga en el 42), estaban muy por la labor de seguir el rollito a todo lo relacionado con el comunismo soviético, por eso no gustó nada que Vera, el símbolo femenino más importante del momento, no tuviese el más mínimo interés en apoyar la implantación de un régimen comunista en su país.
Hasta cuarenta veces la presionaron para que retirase su firma del manifiesto anticomunista “las Dos mil palabras”, que había escrito Ludvík Vaculík, dentro de lo que se llamó “La Primavera de Praga”, que era un movimiento en pos de la democracia.
A todo esto, mientras se armaba la revolución, estaban en año olímpico (1968), y cansada de tantas presiones gubernamentales, se fue de Praga a entrenar a un pueblecito de montaña al norte, Sumperk, y allí, apenas sin medios, preparó los JJOO de México. Contó que se entrenaba utilizando las ramas de los árboles para preparar sus ejercicios de asimétricas, y el prado que tenía ante su casa para preparar el ejercicio de suelo. Impresionante. Parecería Julie Andrews en el principio de “Sonrisas y Lágrimas” ¡menudo espectáculo debía ser verla entrenar!
Vera en pleno vuelo.
Foto del blog oficial  del
"International Gymnastics Hall of Fame"

https://gymnasticslegends.wordpress.com/
Y se plantó en México 68, no sin pocos problemas, pues a su gobierno no le gustaba nada que una díscola fuese tan buena ni tan famosa (de no ser tan famosa, tal vez hubiesen optado por “apartarla” de la circulación).
Pero Vera era todo un carácter, y cuando en México se encontró con las gimnastas soviéticas, que venían de entrenar en las mejores instalaciones del mundo de aquel momento, debió pensar cosas muy hermosas sobre la gente que mandaba en su país.
Y aunque llegaba en inferioridad de condiciones, se salió. Tanto deportiva como políticamente hablando. ¿Qué hizo? Pues ganó el concurso completo, y se llevó el oro de asimétricas (los árboles sirvieron para algo), en salto de potro, y en suelo, donde se llevó al público de calle cuando realizó su completo mientras sonaba “Allá en el rancho grande” ¿Era o no era una caña?
En la barra de equilibrios fue segunda, y aquí se produjo uno de los muchos pequeños escándalos arbitrales de la historia de la gimnasia, y si ya en suelo habían tenido sus más y sus menos, y se cerró la discusión con un empate en primer lugar entre Caslavska y  Larissa Petrik, cosa rara pero no del todo imposible; en la barra de equilibrios el oro se lo dieron a Kuchinskaya, otra soviética que ganó por la decisión polémica del jurado ¿presiones soviéticas? ¿Te extraña? Guate, aquí hay tomate.
¿Y qué me cuentas de su elegante protesta durante la entrega de medallas? Mientras sonaba el himno soviético, ella inclinaba su cabeza y miraba hacia abajo y daba la espalda a las competidoras de la URSS. No estaba de acuerdo y quería que se notase.
¿Dejamos para otro momento su historia de amor? No. La contamos rápido y aquí se queda.
En los Juegos de Tokio Josef Odlozil ganó la plata en los 1500, y vera ganó todo. En ese momento empezaban su relación y les pareció divertido hacerse una promesa (de esas que se hacen si calcular). Si cuatro años después, en México, ella ganaba el concurso completo y él se metía en la final del milqui, se casaban allí mismo.
Y pasó, y lo cumplieron. Y se casaron en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México… y Vera es, desde entonces y para siempre, “la novia de México”.
Bonita historia. (Al menos hasta ahí, que luego...) 
Ya advertí al principio que esta mujer tiene historias de todos los colores y sabores, así que al final, ha sido fácil.



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