Ruth Beitia nació en Santander en abril de 1979. Es un dato indicador, porque un año y
tres meses después de su nacimiento Sara
Simeoni batió el record olímpico de altura, saltando 1,97m. Un dato numérico
aún más indicador.
Comienzo la película en el 1,97 de Moscú
80. A esas alturas (de la historia) se había acercado a esas alturas (del
suelo) un pequeño grupo muy selecto de atletas. Por entonces, la mayoría de las
saltadoras se había iniciado en el rodillo ventral, incluso en aquella final de
Moscú, la alemana (del Este) Jutta Kirst
lo practicaba y llegó al bronce enfrentando el listón por la izquierda y
con la pierna izquierda como pierna de batida, llegando al 1,95 y al podio.
La mejor atleta italiana de todos los
tiempos, (en mi modesta opinión), poco antes de que naciese la mejor atleta
española de todos los tiempos, (en mi modesta opinión), había saltado en
Brescia 2,01, y había superado a la primera mujer que había saltado por encima
de los 2 metros, la alemana (del Este) Rosemarie
Ackerman, la última superclase del rodillo ventral.
Un mes más tarde, en Praga, ambas
consiguieron esa misma marca, 2,01, que compartieron como record del mundo
durante una buena temporada.
En
Moscú80, Rosemarie llegaba reguleras, y
Sara se fue a los 197 centímetros (4 menos que su mejor marca) para ser
campeona olímpica. La brava Sara
había sido plata en Montreal 76, donde saltó 1,91 y donde Rosemaria Ackerman,
la última campeona olímpica de estilo rodillo, saltó 1,93 m.
Sara
pasó del rodillo al Fosbury en 1969, el años en el que Neil Armstrong pisó la luna y
el presidente de la república italiana era el socialista
moderado Giuseppe Saragat. Fue una de las primeras mujeres en pasarse a
este estilo de salto. Enfrentaba el listón desde la izquierda, daba unos
pequeños pasitos previos a la carrera, hacía un paso a pie cambiado para
iniciar con la izquierda y doce pasos de carrera para hacer una batida
prodigiosa que la colocaba en el vuelo, elegantemente, para realizar un arqueo
perfecto y asombrar al mundo desde las alturas.
Rosamarie Ackerman se retiró. Sara
siguió. Y en el europeo del 82, en Atenas, saltó 1,97m de nuevo y fue bronce, y
también fue testigo de cómo una mujer que diez años antes había ganado la
altura de los juegos olímpicos de Múnich 72 batiendo el record del mundo con
1,92 m, consiguió, diez centímetros más. 2,02m y record del mundo.
Diez años, diez centímetros, la misma mujer, Ulrike Meyfarth
Ulrike
con 16 años se convirtió en la campeona olímpica de atletismo más joven de la
historia, algo que aún es. Y con 26 llegó a los 2,02 m. En ese espacio de 10
centímetros Ulrike no había triunfado tanto como el mundo esperaba. Era alemana
(del Oeste), tal vez si hubiese sido del Este habría tenido otro recorrido. Lo
digo porque por ejemplo en Moscú estaba secundando un boicot, no os vayáis a
pensar otra cosa.
Ulrike
es de Frankfurt, como las salchichas, y la entrenaba un mito en el mundo de la
altura, claro que en aquel entonces aún no era tan mito. Ulrike saltaba
enfrentando el listón desde la derecha, un total de 15 pasos in crescendo y los
nueve últimos que iniciaba con dos inmensas zancadas hasta los últimos tres
ajustando la batida con un control de tiempo y velocidad que maravilla.
No
sabría decir qué resulta más sorprendente, que con 16 años y sólo tres de salto
de altura en sus piernas, fuese medalla olímpica y record del mundo, o que con
26 fuese record del mundo.
En
Helsinki 83, los primeros campeonatos del mundo de atletismo, Ulrike tenía de
gran rival a la saltadora soviética Tamara
Bykova, que ganó ese campeonato con 2,01.
El 21
de agosto de 1983, sólo unos días después del mundial, en Londres, Ulrike llegó
a 2,03, y batió su record. Al poco rato, Tamara Bykova saltó 2,04. Aquella fue
una inolvidable tarde veraniega.
¿Qué habría
pasado si en Moscú80 hubiese estado Ulrike? ¿Qué habría pasado si en los
Ángeles hubiese estado Tamara? Pues no sabemos. La política y el deporte se
marcan muy de cerca, seguro que sus ciclos de entrenamientos y resultados habrían
sido muy diferentes.
Lo que sabemos
es que Sara Simeoni estuvo en esos dos Juegos Olímpicos, y se llevó un oro en
uno saltando 1,97 y una plata en otro, saltando 2,00. Así va esto.
Ulrike
se retiró después de Los Ángeles 84, donde saltó 2,02 y se incluye siempre
entre las Top5 de las saltadoras de
la historia.
Sara
Simeoni sin embargo, continuó en la brecha hasta Stuttgart86, y dejó un record
de Italia con su 2,01 del 79 (el año en que nació Beitia) que ha durado hasta
2007.
Así que
Ackerman (ventral, izquierda), Meyfarth (Fosbury, derecha), Simeoni (Fosbury,
izquierda) y Bikova (Fosbury, derecha), son las cuatro patas para un
banco que colocaron la altura en la órbita del 2.04, hasta que Ruth cumplió los 9
años, cuando los Juegos Olímpicos volvieron a Asia.
(Continuará... en Seúl88 y en 2,01m.)
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