Un poco de contexto.
Para ir centrando la asombrosa y precursora historia de Francina Koen
sería bueno contar la de Stanisława Walasiewicz, que luego fue Stella
Walsh, de la que ya hemos hablado aquí.
¿Por qué hay que contarla? Por múltiples razones, entre ellas, por razón de
sexo. Aunque desde hace unas cuantas décadas, y para ser correcto, es mucho
mejor decir por razón de género. Por esa razón también Francina Koen ha pasado
a ser una deportista que cambió la historia. Situémonos.
En 1911, una polaca que ya había conseguido el premio Nobel de Física por
haber descubierto la radiactividad, recibió el premio Nobel de Química por
lograr un gramo de radio puro. Eso de que una mujer en 1911 fuese galardonada
con un Nobel no era común, ni mucho menos, hoy tampoco lo es. Que fuesen las
investigaciones de una mujer las que con el tiempo hayan curado tantas vidas y
comunicado tantos caminos en el aire también era algo poco frecuente y menos aún que se haya contado.
Marie Curi |
En 1911 precisamente, también en la Polonia de Marie Curie, en
concreto en Wierzchownia, cerca de Rypin, nació otra mujer singular, Stanisława
Walasiewicz. Cuando era muy pequeña, sus padres decidieron emigrar a aquellos
Estados Unidos en los que se estaba fundando el primer estudio cinematográfico.
Iban allí huyendo de la pobreza, y se establecieron en Cleveland, en el estado
de Ohio, donde había una amplia comunidad de inmigrantes polacos. Stanisława
pasó a pronto a llamarse Stella, pero no consiguió la ciudadanía estadounidense
hasta 1947.
Era una mujer muy fuerte, y
enseguida destacó en atletismo, sobre todo en velocidad y lanzamientos. Con 19
años, fue campeona de EEUU en las pruebas de 100 yardas, 220 yardas y salto de
longitud. Aún era polaca, pero en 1930, atletas de otras ciudadanías residentes
en el país podían participar en los campeonatos nacionales, así que fue una
polaca campeona de EEUU. Ese mismo año supero los 6 metros en salto de
longitud, fue la primera mujer en pasar esa barrera. En 1932 participó en los
Juegos Olímpicos de los Ángeles, allí representó a Polonia, aunque se supone
que los juegos olímpicos son una competición de individuos e individuas, no de
países, de algún lugar hay que ser, y ella, campeona de los Estados
Unidos tenía dificultades para conseguir la nacionalidad estadounidense y era
polaca. En aquellos Juegos ganó los 100 metros lisos con 11'9, igualando el
récord mundial de la noruega Tollien Schurman, y fue sexta en disco.
Después de aquello, en Polonia la recibieron como una heroína nacional.
¿Pero a dónde quiero ir a parar con tanto detalle sobre Stanisława? Es
importante que sepas que esta mujer empezó a conseguir records extraordinarios.
En 1933 estableció el de 100 metros por dos veces, en 1935 fue la primera mujer que
bajó de los 24 segundos en un 200, un record que duró 17 años, y en 1936, el
año de los Juegos Olímpicos de Berlín se las prometía muy felices, pero…
Ella seguía representando a Polonia, y en principio era la favorita,
pero en la final de 100 metros fue vencida por la jovencísima estadounidense Helen
Stephens, y tuvo que conformarse con el segundo puesto.
Helen Stephens luego pasó dos malos ratos, el primero cuando se tuvo que enfrentar a las sospechas acerca de su identidad sexual, las cosas se pusieron muy desagradables para ella, hasta el punto de que aceptó someterse a un "examen médico ocular" para demostrar que realmente era una mujer. Esto de tener que demostrar el sexo no era nuevo en el mundo del deporte, pero siempre resulta áspero, por un lado porque despierta una absurda inquietud en la opinión pública y por otro porque deja a la deportista en un lugar de difícil reintegro. El otro mal rato se lo hizo pasar un ser llamado Adolf Hitler, que la invitó a subir al palco y, según ella contó años después, le tiró los tejos sin disimulo, Helen tuvo que hacer gala de su velocidad de reacción también en el terreno de escaquearse de citas con presidentes nazis. Tras los juegos, se pasó al baloncesto, incluso fundó un equipo de baloncesto femenino en el año 52. Era otra precursora.
Helen Stephens luego pasó dos malos ratos, el primero cuando se tuvo que enfrentar a las sospechas acerca de su identidad sexual, las cosas se pusieron muy desagradables para ella, hasta el punto de que aceptó someterse a un "examen médico ocular" para demostrar que realmente era una mujer. Esto de tener que demostrar el sexo no era nuevo en el mundo del deporte, pero siempre resulta áspero, por un lado porque despierta una absurda inquietud en la opinión pública y por otro porque deja a la deportista en un lugar de difícil reintegro. El otro mal rato se lo hizo pasar un ser llamado Adolf Hitler, que la invitó a subir al palco y, según ella contó años después, le tiró los tejos sin disimulo, Helen tuvo que hacer gala de su velocidad de reacción también en el terreno de escaquearse de citas con presidentes nazis. Tras los juegos, se pasó al baloncesto, incluso fundó un equipo de baloncesto femenino en el año 52. Era otra precursora.
Pero estábamos hablando de Stanislawa Walasiewicz. Vamos a situarnos ahora
en su última gran competición internacional, los Campeonatos de Europa de 1938,
allí ganó los 100 y los 200 metros, además de ser segunda en salto de
longitud y en relevos 4×100 metros.
En aquellas
dos carreras de velocidad individuales quedó en tercer lugar una
jovencita de 19 años que se llamaba Francina Koen. Que va a ser la
protagonista absoluta de este relato en cuanto Stanislawa de su permiso,
porque esta mujer polaco-estadounidense da para más.
Hasta los 44 años siguió
compitiendo, ya a otro nivel y llamándose Stella Walsh, y además dedicó sus
esfuerzos a organizar competiciones deportivas y promocionar el deporte entre
los jóvenes de su comunidad. Una vida llena de deporte y de energía, que
finalizó como ciudadana americana un 4 de diciembre, el de 1980.
Cuatro días antes de que un enajenado apellidado Chapman le pegase
cuatro tiros en la puerta de su hotel a John Lennon, Stella estaba
comprando la cena en un supermercado de Cleveland, y otros enajenados entraron
con sus pistolas en el establecimiento y una bala perdida acabó con la vida
tranquila de Stella. Fueron días dramáticos, y curiósamente la prensa se ocupó mucho más
de lo que sucedió después que de la terrible tragedia de la muerte injusta y
gratuita de una gran figura del deporte mundial. La autopsia reveló que
Stanisława Walasiewicz, ahora Stella Walsh, tenía órganos genitales masculinos.
Aunque no está del todo claro, parece que, como otros, era un caso de
hermafroditismo masculino ¿Qué pensaría la agraviada Helen Stephens, cuarenta y
dos años después, cuando se enterase del detalle? Tampoco hay que darle muchas
vueltas al tema, todas las personas somos mutantes.
Seguimos con
el sexo y el género a vueltas.
Hace unos
años, en un evento de atletismo infantil en Londres, tuve la suerte de conocer
a Jean Pickering, algo que ya he contado aquí. Ella compitió con su nombre de soltera,
Jean Desforges, en los Juegos de Helsinki 52. Cuando la conocí era una apacible octogenaria
que vivía de sus recuerdos y se esforzaba como voluntaria en este tipo de
reuniones atléticas infantiles. Jean murió en marzo de 2013 con 84 años.
Charlando con ella me sorprendió algo que he visto reflejado en otras personas del deporte.
Verás, por dar algunas pinceladas, Jean fue campeona de Europa de longitud en 1954 en Berna, y también fue record Británica de esta prueba, la primera mujer británica en pasar de los 6 metros 10 centímetros, (sus 20 pies), también consiguió grandes marcas y puestos muy notables en carreras de velocidad y vallas. Pero cuando le pregunté por el mejor recuerdo de su época de atleta de élite, me contó que para ella, haber llegado a la final de 80 metros vallas (entonces las mujeres corrían esta distancia) de los Juegos Olímpicos fue lo máximo. Claro, un quinto puesto en unos Juegos es la caña, contesté, iluso de mí. No, Carlos ¡es que compartí línea de salida con Fanny Blankers-Koen! Ese es el momento más importante en la carrera deportiva de una atleta británica con campeonatos y records en su currículo: El día en que compartió línea de salida con Fanny Blankers-Koen. Da que pensar ¿verdad?
Charlando con ella me sorprendió algo que he visto reflejado en otras personas del deporte.
Verás, por dar algunas pinceladas, Jean fue campeona de Europa de longitud en 1954 en Berna, y también fue record Británica de esta prueba, la primera mujer británica en pasar de los 6 metros 10 centímetros, (sus 20 pies), también consiguió grandes marcas y puestos muy notables en carreras de velocidad y vallas. Pero cuando le pregunté por el mejor recuerdo de su época de atleta de élite, me contó que para ella, haber llegado a la final de 80 metros vallas (entonces las mujeres corrían esta distancia) de los Juegos Olímpicos fue lo máximo. Claro, un quinto puesto en unos Juegos es la caña, contesté, iluso de mí. No, Carlos ¡es que compartí línea de salida con Fanny Blankers-Koen! Ese es el momento más importante en la carrera deportiva de una atleta británica con campeonatos y records en su currículo: El día en que compartió línea de salida con Fanny Blankers-Koen. Da que pensar ¿verdad?
La última carrera olímpica de Fanny. Final 80m vallas, Helsinki 52 |
En
aquellos Juegos, Fanny tenía ya 34 años, y no consiguió nada especialmente
brillante, solo consiguió llegar a la final de los 80 metros vallas, y en
ella tuvo que abandonar lesionada después de pasar la segunda valla. Fue su
última competición importante, pero allí dejó a un ramillete de excelentes
velocistas con un recuerdo para toda la vida, su nombre en la salida junto al
de la mejor atleta de todos los tiempos.
Dieciséis
años antes de abandonar en la segunda valla de la carrera de Helsinki, hemos
visto que Fanny había sido tercera en la última carrera importante de
Stanislawa, la de los europeos del 38. Dos años antes, en los Juegos de Berlín,
Fanny solo tenía 18 años y fue sexta en salto de altura, y quinta con el
equipo neerlandés de relevos 4x100.
Si tienes una idea, aunque sea remota de la
historia olímpica, sabrás que en aquellos juegos el que partió la pana fue Jesse
Owens, que ganó cuatro medallas de oro. Fanny, aprovechando la convivencia
en la pista, entre prueba y prueba, le pidió un autógrafo con toda la timidez
que una jóven de 18 años puede desarrollar, desde luego ni se le pasaba por la
cabeza la idea de que 12 años después igualaría el logro de Jesse en los juegos
de Londres 46. Esos doce años hasta las cuatro medallas de oro en unos Juegos
están repletos de esfuerzo y entrenamiento, de vivencias y emociones, de tozudez
y talento, y sobre todo, de derribar muchos muros que los prejuicios y la
ignorancia llevaban levantando durante siglos.
A ello.
Me parece
que ya he contado que a Fanny Blankers, al nacer la llamaron Francina Koen, pero no
que nació en Baarn, que es un municipio situado en la provincia de Utrecht,
de donde es el tratado de mismo nombre del que se derivó entre otras cosas que
el peñón de Gibraltar fuese británico y que el mapa de Europa se empezase a
parecer ligeramente al actual, Baarn está en el mero centro de los Países
Bajos. Francina vino al mundo el 26 de abril de 1918. Su madre se llamaba
Helena y su padre Arnoldus, algo que te puede pasar perfectamente.
Desde
pequeña pusieron a su alcance los medios para que se animase a practicar
deporte, y en seguida se puso a nadar, que es una buena actividad para el
desarrollo. Fanny era una muy buena nadadora, pero su profesor de natación le
aconsejó dedicarse al atletismo, porque pensaba que le ofrecía más
oportunidades en aquél momento y lugar. Ojo clínico.
Probó suerte
en varias pruebas atléticas, desde los 800 metros al salto de altura y de
longitud, hasta convencerse de que en realidad era una velocista y una
vallista.
henri de baillet-Latour, presidente del COI 1925-1942 |
En aquel momento, la línea de pensamiento generalizada
en el mundo no era en absoluto favorable a las mujeres que hacían cosas tan estrafalarias
como atletismo. El mismo Presidente del Comité Olímpico Internacional, Henri
de Baillet-Latour, a pesar de empezar a dar su brazo a torcer decía
lindezas del tipo “Estoy cansado de ver mujeres en los equipos de atletismo, su
encanto ha descendido, la principal tarea de la mujer en los Juegos debe ser
colocar una ofrenda floral en la cabeza de los ganadores".
¿Y en Países Bajos? Pues más de lo mismo, el padre del
periodismo deportivo de allí, Joris Van den Bergh, en su libro más conocido, las
fuerzas misteriosas en el deporte, lo expresaba con estas palabras: "la
mujer en los Juegos Olímpicos es como un caracol que se arrastra por la sal
derramada”, un portento para las figuras literarias este Van den Bergh. Y
qué decir de esa ropa que se ponían las chicas para competir, eso era un
escándalo a ojos de la sociedad del momento ¡si al menos compitieran en
estadios distintos de los chicos! ¿Adivinas de dónde venían esas críticas?
Correcto, amigo Sancho, hemos topado.
Y en ese
ambiente general aparece en esta historia la figura de un espigado atleta que
había conseguido notoriedad en la prueba de triple salto a nivel mundial, pero
al que una lesión irrecuperable en el talón de Aquiles le llevó a ser
entrenador. Y entonces decidió, contra sus propios principios de pocos años
antes, dedicar su esfuerzo al atletismo femenino neerlandés desde mediados de
los años treinta. Fundó un club en Amsterdam para dar cobertura a las chicas
que en aquel momento destacaban en el rey de los deportes. Y allí fue a parar
Fanny por consejo de su entrenador de natación. El Club se convirtió en una
referencia en Europa y posteriormente en el mundo para quienes buscaban
ejemplos de diseños de entrenamientos para mujeres.
Un año
después de entrar en el club, Jan Blankers, animó a Fanny a
formar parte del equipo olímpico, y por eso participó en los Juegos de
Berlín 1936, los de la carrera de Helen y el autógrafo de Jesse.
De aquellos
juegos sacó, además de unos buenos resultados deportivos, una tremenda ilusión
por participar en los siguientes Juegos Olímpicos, que iban a ser en Tokio,
pero como los japoneses se las tenían tiesas con los chinos iban a ser en … qué
más da.
La cosa se quedó en iban a ser, porque los juegos
del 40 nunca fueron, se cambiaron por los fuegos del 40. La Segunda
Guerra Mundial lo dejó todo por hacer.Fanny y Jan en 1940 |
En el
entreacto, como es evidente que el deporte une, y las innumerables historias de
entrenador que acaba enamorándose de discípula y viceversa son relativamente frecuentes, con veintidós años y una guerra recién estallada, Fanny se casó con Jan
Blankers, catorce años mayor que ella. Y se pusieron a idear la mejor manera de
dedicar su esfuerzo a la vida y al atletismo amateur en aquellos tiempos
convulsos.
Tres meses
antes de la boda, el ejército del Tercer Reich había invadido los Países Bajos.
La Batalla de Holanda empezó el 10 de Mayo del 40, formó parte de
las batallas libradas durante la Batalla de Francia, y duró una semana. El país
de Fanny no tardó en capitular porque un ataque descomunal destruyó Rotterdam,
y no se podía abocar a ese grado de violencia a otras grandes ciudades. Ya
habían caído Dinamarca y Noruega, y la reina Guillermina I se fue a Gran
Bretaña a formar un Gobierno en el exilio.
Tuvieron que pasar cinco años y doscientas cincuenta mil muertes, incluida
la de Ana Frank, hasta que Los Países Bajos recuperaron su
soberanía.
En esos
cinco años Fanny y Jan pusieron los cimientos para construir su familia y su
mito. En medio del caos y las turbulencias político-bélicas, Fanny
consiguió mantener su existencia con relativa normalidad. Y es precisamente en
esos primeros años cuando Fanny entró a formar parte de la lista de deportistas
que cambiaron la historia. Y su logro no tiene que ver con ningún registro
deportivo.
Madre y
atleta ¿Por qué no?
En 1941
nació su hijo Jan, y eso solía querer decir que la atleta desaparecía para dar
paso a la madre a tiempo total. Pero Fanny comenzó a romper esquemas
absurdamente preconcebidos. Fanny y Jan Blankers tenían otros planes, y
reanudaron el entrenamiento apenas unas semanas después del nacimiento de su
hijo.
En aquel
momento, el atletismo era un deporte amateur, incluso en la élite, eso limitaba
el tiempo de entrenamiento al que cada cual se podía permitir. Fanny entrenaba
un par de horas al día y un par de veces por semana, y en invierno el asunto se
hacía más complicado aún. Lo que hacía era ir en bici, con su criatura en una
cesta, y mientras entrenaba en la recta, Jan junior hacía castillos de arena en
algún foso, el de longitud o el de altura, que también se hacía en foso.
Parece que a algunas personas molestaba que esta madre tan popular se dedicase
a entrenar, Fanny comentó en una entrevista el New York Times en 1982 que aún
guardaba cartas de gente que la llamaba de todo menos bonita y que le daba
lecciones de cómo debe comportarse una buena madre, ya se sabe, a casa a cuidar
de la prole y no a correr por ahí con esos pantalones indecentes. En fin, cosas
de aquella época, y si se me permite decirlo, cosas de esta época también, en
otros paralelos y otros meridianos.
Fanny en su casa de Amsterdam en 1940 |
la realidad es que Fanny cumplía a la perfección
con el estándar de buena madre de su tiempo y lugar, que tampoco tendría por
qué, pero lo hacía. Lo único que además añadía a sus tareas
domésticas el entrenamiento.
Durante el
tiempo de guerra, Blankers-Koen estableció seis nuevos récords del mundo. El
primero llegó en 1942, cuando volvió a competir, el 20 de septiembre igualó
en Ámsterdam el récord mundial de los 80 metros vallas que tenía, desde 1939,
la italiana Claudia Testoni con 11.3. Al año siguiente las cosas le irían aun
mejor, batió los récords mundiales de salto de altura, llegando al 1.71 y de
salto de longitud, volando 6.25, un record que duró once años. Además hizo una
marca de 11.5 en los 100 metros lisos, que también era récord del mundo, lo que
pasa es que esta marca no fue homologada porque la consiguió en una carrera
donde también corrían hombres, si esa es o no razón suficiente para que una
marca no sirva, ya es harina de otro costal ¿Y si el record lo hubiese
conseguido un hombre? ¿Se habría homologado?
Y mientras Jan junior crecía como podía, y su madre
batía marcas a troche y moche, llegó el invierno de 1944-1945, conocido como el
Hongerwinter, el invierno del hambre. Cuando a un invierno se le pone
apodo, generalmente es porque la cosa se las trae. En las grandes ciudades la
escasez era lo normal, hacer deporte no era lo prioritario en aquellos momento,
pero la familia Blankers Koen, que vivía en Ámsterdam consiguió atravesar el
peor momento en un más que aceptable estado de salud.
Fin de la
guerra, la vida continúa.
Cuando acabó
la guerra renació el deporte, Fanny, con los altibajos lógicos, nunca había dejado de
entrenar. A finales del 45 había dado a luz a su hija Fanny, se ve que no se
comían mucho el tarro en el apartado de nombres para descendientes, y para
agosto del 46 estaban programados los primeros Campeonatos de Europa
posbélicos, en Oslo.
Ni corta ni
perezosa se puso a la tarea de devolver a su cuerpo lo más rápido posible a su
estado anterior al embarazo. El concurso de altura coincidía con las
semifinales de los 100, y se tuvo que organizar para correr la carrera y no
perder opciones en el salto, se quedó fuera de la final de los 100, y fue
cuarta en altura, pero en 80 metros vallas ganó el oro y también con el equipo
de relevos 4X100. No está mal para una mujer en la frontera de los treinta,
madre por dos veces y que entre carrera y carrera sacaba tiempo para dar el
pecho a su hija lactante.
La pregunta
que se hacía en aquel momento era ¿llego al 48? ¿Llego a Londres? Entre Jan y
Fanny habían tejido una sólida relación que además de evadirles de los
comentarios externos les servía de impulso para conseguir lo aparentemente
imposible. Y Fanny siguió entrenando
La gente
decía que por su edad y por la doble maternidad sería mucho más lenta, decía
que debía estar cuidando a sus hijos y dejarse de tanto ejercicio. Pero parece
que a ella ese tipo de comentarios le animaban a seguir. Fanny había
esperado doce años para volver a una cita olímpica, era demasiado tiempo para
dejar pasar un sueño perseguido con tanto ahínco.
Un
periodista escribió que era demasiado vieja para correr, que debía quedarse en
casa y cuidar de sus hijos. Cuando Fanny le vio en el estadio, en Londres, se
acercó a él, le señaló con el dedo y le dijo. Te voy a demostrar algo.
Londres 1948, relevos 4x100 metros |
Y estos son
los argumentos que arrojó Fanny detrás de su dedo a la cara de ese periodista y
de toda la gente que le seguía en sus teorías fundamentalistas pero sin
fundamento:
Ya estaba
allí, en la pista de ceniza del mítico estadio de Wembley, que sería aún más mítico
después de aquellos días. Traía consigo seis records del mundo pero sólo
tenía permitido participar en cuatro pruebas, limitación que nos dejará siempre
con la duda de qué hubiese sucedido si hubiera podido competir en más. En
cualquier caso, su experiencia del Europeo de Oslo le vino bien y eligió las
pruebas en función del calendario. Las cosas no pudieron ir mejor.
Empezó su
participación en los 100 metros, llegó a la final con relativa facilidad. El 2
de agosto era el día señalado para la carrera más rápida, y llovía, Gran
Bretaña tiene bien ganada su fama de ser la isla de los champiñones. Con esa
lluvia y la pista embarrada, necesitó correr en 11.9 para colgarse su primer
oro, la británica Dorothy Manley y la australiana Shirley Strickland,
fueron segunda y tercera respectivamente. En ese momento Fanny se convirtió en
la primera atleta neerlandesa en ganar un título olímpico.
La siguiente muesca estaba preparada para la
carrera de los 80 metros vallas, donde su principal oponente era la británica Maureen
Gardner. Fanny empezó fatal pensando que la salida había sido nula, pero al
ver que todas seguían se lanzó a remontar hasta llegar a la altura de Gardner
en la línea de meta. En ese momento sonó el himno británico en el estadio y
Fanny pensó que había ganado Maureen, pero el himno sonaba porque entraba la
familia real en el estadio. La foto finish determinó que Fanny seguía haciendo
historia, ya tenía dos chapas.
El 6 de
agosto se corrió la final de los 200, de nuevo llovía, ahora a manta. Y bajo el
chaparrón Fanny hizo la carrera de esa distancia más asombrosa que se ha visto
en unos Juegos. Nunca nadie había conseguido sacar tal diferencia a la segunda en
unos 200, y nunca nadie lo ha conseguido después. Fanny voló y Audrey
Williamson, la segunda, aún la está buscando.
La prensa, con su necesidad de rebautizar al personal empezó a llamarla “el ama de casa voladora”. Originales.
La prensa, con su necesidad de rebautizar al personal empezó a llamarla “el ama de casa voladora”. Originales.
La final de
los relevos 4×100 metros estaba reservada para el último día de competición. El
equipo de Fanny estaba llenito de velocistas de postín. El orden de la carrera
fue este: Xenia Stad-de Jong, Nettie Witziers-Timmer, Gerda van der
Kade-Koudijs y Fanny Blankers-Koen. El testigo le llegó a Fanny en tercera
posición, detrás de Australia y Canadá, pero su zancada poderosa y su talento,
trabajado durante años de guerra, hambre e intolerancia, la llevaron a atrapar
a sus rivales y a llevar el testigo neerlandés a la primera posición. Resultó
tremendamente emocionante ver a la atleta recién adelantada correr hacia Fanny
para estrechar su mano, a pesar de que acababa de ser relegada a la segunda
posición de la final olímpica. La actitud de Fanny en pista sólo creaba buenas
vibraciones. Una madre de dos criaturas, ataviada con unos shorts naranjas y
una estrecha camiseta blanca se había convertido en una heroína para un país
que había superado años de una dureza extrema. Y había dado una lección a tanta
mente retrógrada.
En los Juegos Olímpicos de Londres de 1948, medía
1,75, pesaba 63 kilos y medio, y se llevó cuatro de las nueve pruebas del
programa de atletismo femenino. Aquí puedes ver su manera de hacer creer a tantas mujeres de su tiempo.
Así se
convirtió Fanny Blankers-Koen en la primera mujer en ganar cuatro medallas de
oro en una sola olimpiada. Se unió al selecto club formado por los atletas
Alvin Kraenzlein (1900) y Jesse Owens (1936).
Al regresar
a Ámsterdam se desbordó la locura colectiva. Un carruaje tirado por caballos la
paseó por las calles de la ciudad mientras la multitud la vitoreaba. Este tipo
de celebración es muy poco frecuente en Países Bajos, un pueblo por naturaleza
calmado. El municipio de Ámsterdam le regaló algo muy de allí: una bicicleta. Y
Fanny tuvo una ocurrente frase que ha pasado a la historia: "Todo
esto, por correr unos pocos metros"
Aparcada la
bici y apagada la explosión Blankers-Koen, con la lección bien enseñada y
muchas puertas definitivamente abiertas para mujeres con deseo de practicar
deporte, llegó el momento de plantearse si los juegos del 52 eran una meta
alcanzable. Y Fanny se puso a la labor.
Después de
los Juegos de Londres, la llamaban de todas partes para que fuese imagen de
marca de muchas cosas. Si hubiese conseguido lo mismo en nuestros días se
habría forrado hasta las trancas, pero las reglas del amateurismo vigentes en
el deporte en esa época eran muy estrictas, y no salió de su estatus quo.
En 1949 fue invitada a un viaje por
Australia y Estados Unidos para promover el atletismo entre las mujeres.
¿Esto lo
cuento o no lo cuento? Venga, va.
Un año después sucedió algo de naturaleza confusa de lo que no existen certezas y sí sospechas, y como tales hay que tomarlas. Hacía unos meses que había aparecido otra neerlandesa voladora, una atleta llamada Foekje Dillema, que había batido algunos récords de Fanny. Su aspecto propiciaba ciertas dudas y enseguida se desataron habladurías en torno al sexo real de Dillema. Y se sumó a la lista de chicas que han tenido que pasar por el disgusto de que le realizasen un test de sexualidad. Lo raro es que los resultados del test no negaban en absoluto que Dillema fuese una mujer, y sin embargo la Federación acabó expulsándola del equipo. Algunas sospechas señalaban que Fanny y su marido Jan Blankers estaban detrás de la persecución contra Dillema. Sin embargo esto nunca fue confirmado, y resulta una actuación excesivamente alejada de la trayectoria limpia y deportiva que Fanny llevaba acumulada. Cuando Foekje murió, en 2007, la Federación se disculpó oficialmente ante su familia por la forma en que se había comportado con ella después de su prueba de sexo de 1950 y confirmó que sus registros se mantendrían en la lista de clasificaciones para siempre. ¿Suficiente? Desde luego a Dillema el daño se lo hicieron para toda su vida. No se hizo nada para restituirla.
Precisamente
en 1950 Fanny seguía en la brecha en pos de los Juegos de Helsinki, y en
los campeonatos de Europa de Bruselas. Ganó los 100, los 200 y los 80
metros vallas.
En Helsinki sucedió lo que conocemos gracias a Jean
Pickering y en 1953 puso fin a su carrera, aunque volvió a
participar en alguna prueba posteriormente demostrando que el deporte acaba
sólo cuando uno quiere. Por ejemplo, en 1955, consiguió su último título
nacional al ganar en una prueba poco frecuente para ella: el lanzamiento de
peso. Era su título nacional número 58.
Y la vida
siguió
y su
dedicación al atletismo la llevó a entrenar al equipo neerlandés entre los
europeos de Estocolmo 1958 y los Juegos Olímpicos de México 1968.
Fanny y Jopie Troost en Roma1960, |
En 1977 se
murió Jan, y Fanny quedó muy tocada, juntos habían roto muchas barreras, juntos
habían abierto autopistas hacia la tolerancia y la modernidad. Y Fanny regresó a vivir a la pequeña
ciudad de Hoofddorp, cerca de La Haya.
En 1999, la Federación Internacional de Atletismo
(IAAF) la consideró como la mejor atleta femenina del siglo XX. En
Mónaco se celebró una ceremonia muy emotiva, y Blankers-Koen recibió su
galardón emparejada con Carl Lewis, que fue considerado el mejor del
siglo. “Cuando pienso en todas las grandes atletas de este siglo y en la
gente joven que lo está haciendo tan bien, debo decir que estoy sorprendida,
pero muy halagada también por este premio”, así de humilde y feliz se mostró
aquél día Fanny.
Hasta muy
avanzada edad practicó deporte, y se encontró bien por hacerlo, pero la
enfermedad de fin de siglo la atacó al final de su vida y aquejada de Alzheimer
murió el 25 de enero de 2004, dejando tras de sí uno de los más grandes
ejemplos vitales que jamás una persona ha dado al mundo.
Si piensas
que algo no se puede hacer, no lo harás. Si piensas que es posible, hazlo.
25 Enero
2018
Carlos
Beltrán
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