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Violencias sin cerebro


Detrás de las violencias ideológicas, desbrozas un poco, y te das cuenta de que, intelectualmente, no hay nada. Nada sustenta la violencia ideológica, el vacío total. Intelectualmente es insustancial. Es algo puramente visceral, de tripas, de higadillos, de heces.


No hay libertad sin justicia social
No hay paz sin justicia
No hay democracia con violencia

    Iban por el barrio con aquellos pantalones vaqueros desteñidos a mano, un polo de color llamativo, rojo, naranja, amarillo, y unas cadenas un poco gordas atadas al cinturón. Si te encontraban por la calle, te decían que saludases brazo en alto, si no lo hacías, te paraban y te decían que cantases el cara el sol, y bueno, si tampoco lo hacías, te amenazaban con pegarte con las cadenas. Que yo conozca, al menos a dos les atizaron. Los chicos de mi colegio les llamábamos la panda del moco, pero nadie les llamaba así, no recuerdo cómo se hacían llamar. Cachorros de FN o de Unión Nacional o algo así, pero no me hagas mucho caso que no me acuerdo bien. Alguna vez que les vi venir de lejos puse pies en polvorosa. Una vez hicieron un conato de seguirme corriendo, pero en aquellos tiempos yo siempre corría más que cualquiera.

    Pasó también entonces lo de Pina en el barrio, una joven que por ser comunista y guapa le rajaron la cara con una navaja. La verdad es que esas cosas acojonaban. A los niños y las niñas nos tenían siempre alerta. ¿Qué habrá sido de Pina López?

    Pasó el tiempo y aquel grupo dejó de hacer el canelo por el barrio. De mi entorno, sólo un compañero de clase, que yo sepa, tuvo que cantar el cara el sol de rodillas ante ellos. Era 1981, teníamos 12 años. Lo piensas ahora y es que te entran arcadas.

    Luego, también en los 80 a ETA le dio por poner bombas y pegar tiros en la nuca a gente del barrio, era parte de nuestra realidad. Teníamos el terror interior y el exterior. 

Una de las bombas, en 1983, la pusieron justo debajo de mi casa. En Conde de Peñalver esquina Padilla, la que ves en la foto, en una sucursal de Banco de Vizcaya. Todo pareció saltar por los aires. En el cuarto de mis padres quedó una grieta de recuerdo, los cristales de los cuartos de mis hermanas y del salón se rompieron en mil pedazos. Aquella noche (fue a las tres y media de la noche más o menos), se presentó el alcalde de Madrid en la esquina de casa, en pijama y bata, así, como te lo cuento. Era Enrique Tierno Galván. 

Ellos con su impuesto revolucionario y su bomba, y mi familia incapaz de mantenerse equidistante, por mucho que quisiéramos.

    Y bueno, pasó mucho tiempo y aquel grupo terrorista dejó de matar y de tenernos a todos inquietos cuando veíamos a alguien dar una patada a una bolsa. A ningún niño o niña de mi barrio verías dando una patada a una bolsa, era parte de nuestra instrucción, cruzar con el semáforo en verde y no dar patadas a bolsas.

    Entretanto ya a finales de los 80 aparecían círculos con cruces insertas de las BBAA en las paredes del barrio, las Bases Autónomas, lo que nos llegaba es que eran anarcofascistas, lo que para mí resultaba todo un galimatías intelectual, pero daba igual si eran neonazis o lo que quisieran ser, lo que eran era una tropa de violentos que se instalaban por ejemplo en el fondo sur del Bernabeu y se vestían con aspecto skin, y llevaban esas botas que si en un momento dado les daba por ahí te la estampaban en el careto. Un día del año 88, en el metro, línea rosa, me topé con una panda de ellos. Ellos y yo en el vagón. Hablaban entre sí y me miraban, finalmente decidieron dejarme en paz, imagino que mi aspecto no les despertaba odios (por suerte no leían la mente), me bajé en la primera parada y esperé al siguiente tren, incapaz de mantenerme equidistante. En la facultad también había alguno, aunque sueltos daban menos cague, incluso con uno pude tener alguna discusión casi profunda sobre política redistributiva e impuestos, sobre servicios públicos y neoliberalismo, sobre tenencia y consumo de drogas. De lo que no discutí ni un segundo fue de fútbol, ahí no me metí, no fuese a ser.

    Y pasó el tiempo y las BBAA desaparecieron, también los skins crecen y se convierten en aseados padres de familia (yo los he visto), y en ese caso, parece que fue la presión policial la que dejó sin maniobra al movimiento, a principios de los 90.

    Entonces llegó un momento en el que parecía que la violencia como forma de expresión de una ideología no tenía ya hueco por aquí y con apariencia de aleatoriedad han ido despareciendo y apareciendo nuevos grupos que ejercían violencia de manera esporádica y eran convenientemente respondidos desde las fuerzas del orden democráticas.

    Luego, durante un tiempo, pasó que las fuerzas de orden democráticas se extralimitaban de vez en cuando y de pronto hacían cosas de esas que ves claramente que sobran, y entonces se legisló, para que pudiesen seguir haciéndolas pero con más tranquilidad. Y para mí que eso fue un patinazo. Pero igual estoy equivocado pensando que una manifestación antiglobalización no tiene el peligro que igual tiene y que yo no veo, y por otro lado, igual legislar a favor de la gente es más difícil de lo que parece y por eso se opta por legislar para fortalecer las estructuras del estado.

Lo malo sucede cuando te toca; cuando eres el hincha de la Real Sociedad justo el día equivocado en el Calderón, cuando eres el indigente que elige mal el cajero en el que dormir, cuando eres la inmigrante dominicana que se refugia en una discoteca en ruinas pensando que ese es un lugar seguro. En todos esos casos, y en otros muchos más, no puedes controlar que un neonazi te clave una navaja, o un grupo de neonazis te queme vivo, o que un grupo de neonazis salgan a cazar inmigrantes. Eso no se puede controlar…

Eso no se puede controlar.

¿O sí?

¿Se puede o no se puede?

Una cosa que he pensado mucho es que cuando a estas personas violentas que existen les pones a alguien en el punto de mira, les haces felices. Y si ese alguien no es alguien en concreto sino un tipo de alguien, todavía más.

    Y ese es el asunto básicamente. Para ETA eran los militares, los políticos de partidos democráticos, los guardiaciviles, los empresarios, y a partir de ahí, casi cualquiera valía, daños colaterales incluido. Para los Neonazis ha ido cambiando, las personas inmigrantes, las comunistas, las indigentes, las personas negras, las judías, las socialistas, las vascas... la lista es larga porque este tipo de cerebro es capaz de detectar un buen montón de diferencias insalvables entre ellos y el resto. Color de piel, forma de vestir, ideología, credo, marca de calzado, color de pulserita, equipo de fútbol, apellido, grupo sanguíneo, ancestros… cualquier cosa les vale para convertir al resto en enemigo.

    Ahora son “los menas” ¿Se puede ser más miserable? También lo son las personas en cargos políticos de cualquier otro partido que no sea el suyo. No saben filtrar, solo ven diferencias insalvables, solo ven peligro en los demás, solo son capaces de despreciar.

    Y bueno, aquí estoy, con 51 años. Oficialmente víctima del terrorismo desde los 14, y además, muchos años después, también he sufrido un atentado en mi casa por entrar a hacer política en mi pueblo. Esa es otra. Quemaron el coche de mi familia una noche y pudieron armar la de dios en el barrio. Finalmente se decidió que el delito sería el de incendio, que es gravísimo, y yo pasé con escolta policial tres meses de mi vida. 

La delegada del gobierno de entonces en Madrid era Cristina Cifuentes, y su comportamiento fue ejemplar, cosa que no puedo decir de personas que, estando mucho más cerca de mí y conociendo muy bien la realidad del caso, fueron una verdadera decepción como seres humanos. Siempre hay quien busca justificar cualquier cosa, incluso que te quemen tu coche en la puerta de tu casa y pongan en peligro la vida de cinco familias. Es la equidistancia, ya sabes, la equidistancia. 

Sin embargo, la violencia y el totalitarismo no han sido más que una parte del escenario de mi vida. Nunca he permitido que me transformen en un ser violento, nunca lo he tenido dentro como una posible respuesta. Y es curioso saber que hay gente para la que el radical soy yo.

La vida no es eso, al menos no la mía. Los comportamientos violentos son lo peor de este invento. 

Nos vamos a morir, eso ya está claro, no hay vuelta atrás. Al menos, en lo que podamos, intentemos morirnos habiendo sido buenas personas y a ser posible, felices. ¿No es mejor?

 

 

 

Comentarios

  1. Gracias por compartir la historia! Hacen tanta falta!

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    1. Son pensamientos que me vienen estos días, sentir que la violencia ha ido marcando también nuestras vidas es triste. Pero que no necesariamente determina nuestro comportamiento transformándonos en personas violentas es esperanzador.

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  2. Una vez una persona, en un bar de una ciudad de España, apuñaló y mató a otra, el motivo, la víctima llevaba puestos unos tirantes con la bandera de España.

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    1. Recuerdo esa bestialidad, en Zaragoza, a patadas y puñetazos le mató. ¿Qué puede llevar a una mente a reducir la identidad de una persona a sus tirantes, y además, a considerar ese prejuicio suficiente razón para quitarle la vida? ¿se puede evitar ese tipo de violencia de vísceras (no ideológica)? Ahí está la clave.

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