A vueltas con las calendas, los idus y las nonas, y las carnestolendas (que molan más que la cuaresma)
En el albor del Bajo Imperio
Romano, cada año se celebraban unos veinte días sagrados, y con animus gobernandi, se declaraban otros
tantos dedicados a “ludi” (juegos).
Por otro lado, sin un aparente criterio,
los emperadores presionaban al Senado para que se decretasen
varios días de “múnera” (gladiadores),
que en algunas ocasiones superaban los dos meses de jarana. Así que casi eran
más los días de múnera que de ludi y casi igual la suma de los días de
fiesta que de curro, lo cual, oye, en un momento dado no está mal, sobre todo teniendo en cuenta que para eso precísamente monta uno un imperio.
Cuando el César ocupaba su palco presidencial, la
gente gritaba arrebatada. Ahí estaba, compartiendo el jolgorio.Con esto de aparecer en el palco, los césares, en lugar de aislarse, conseguían
popularidad y aprecio entre las gentes. Lo que luego les permitía pasar temporadas cazando leones o de viaje a Londinium sin que su ausencia fuese siquiera notada.
Varios siglos después, los palcos sirven para... déjame pensar.
Mucha gente del deporte y del periodismo deportivo, dice
que hay que separar política y deporte. Pero están históricamente tan
unidos que no se separan ni con agua caliente. Es un mejunge de siglos.
Es muy habitual ver cómo
algunas personas de la política intentan sacar rédito del deporte en plan figuración y nada más que figuración, sin más contacto con el universo deportivo que el postureo de palco y titular.
Salvo en contadas ocasiones, el perfil de político/a que asiste a figurar a un espectáculo
deportivo es: persona sedentaria que se rige por atávicos
convencionalismos sociales, pues la mayoría tiene una lejana idea de qué es el
deporte.
Hay honrosas y maravillosas excepciones,
pero son las menos.
Visto que el placer
del palco nos viene del Bajo Imperio, sabemos que en la Edad Media persistió en las Justas tipo Ivanhoe ¿Quién y cómo lo relanzó en la historia contemporánea? El resurgir, como de tantas otras cosas, viene de aquellos
fastos del Berlín del 36. Antes de eso, los políticos a quienes les gustaba el deporte estaban a pie de campo, incluido por ejemplo el rey Jorge de Grecia, un impulsor de los Juegos Olímpicos. Consideraban que en un evento
deportivo, protagonista debe ser quien participa como deportista.
Franco
también era muy de palcos, y también Bresnev, y Reagan. Hay palcoadictos para todos los gustos.
Con la democracia, las Copas
del Generalísimo pasaron a ser Copas del Rey, lo que confirmaba que habíamos
cambiado de régimen pero que la política seguía muy presente en el imaginario deportivo.
Con la democracia también, los
clubes deportivos empezaron a ser un negocio y sus palcos se han convertido en
un lugar idóneo para el bussines. Presidir un club de fútbol, por
ejemplo, ha abierto muchas puertas, sobre todo políticas.
Y así, se nos han llenado los
palcos de gentes de cien mil raleas:
Por estos lares carpetovetónicos, a vuelapluma: José María del Nido, Manuel
Ruiz de Lopera, José María González de Caldas, Ángel Lavín Harry,
Augusto César Lendoiro, Jesús Gil,
Dimitri Piterman, Agapito
Iglesias, Fernando García Macua, José
León, Luis Oliver, lo mejor de cada casa tomando el sol en la plaza.
Personas que viven de manera que no sería raro que en un momento no sepan si están en una butaca del
palco o un banquillo de acusado.
Y a su lado los políticos de
turno, haciéndose pasar por aficionados y dando su presunta representatividad
al servicio del presunto deporte.
En los últimos tiempos hemos
podido ver a nuestro presidente del Gobierno, e nel palco de la final de la Eurocopa de fútbol, dejarse ver
relajado y eufórico a partes iguales, con España a punto de ser rescatada si eso ya tal.
A nivel más local, ver a la alcaldesa de Madrid
en la última final de copa de fútbol pensando qué será eso del fuera de
juego también daba cosilla.Y no recuerdo bien quién, a punto de dormirse a su lado.
En resumen, y para concluir: Si
juntamos a todos los políticos de palco y vemos lo que
han hecho por crear una sociedad más feliz y saludable se nos caería el alma a
los pies.
Poco hemos cambiado.
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