... Tenía 34 años porque
Entonces comenzó la búsqueda.
Amelia Mary Earhart había nacido en Atchison, Kansas, el 24 de julio de 1897, esa es la causa fundamental.
Pasó buena parte de su infancia con sus abuelos maternos. Alfred Otis era el padre de su madre, Amy, y uno de los citizen más reputados de Atchison. Parece que al padre de la madre de Amelia no le gustaba el padre de su nieta, cosa muy habitual cuando el yerno en cuestión es una bala perdida. De pequeña, a la hirsuta Amelia no le faltaba de nada gracias a sus abuelos que cuidaban de ella y de su hermana, dos años menor. Mientras, su padre, Edwin Stanton Earhart perseguía el éxito profesional como abogado en Kansas, pero el éxito siempre le sacaba ventaja.
Como Amelia fue una tipa súper famosa en su tiempo, mucha gente ha indagado en su infancia, y ha encontrado que las cosas que hacía en sus primeros años de vida eran ya demostrativas de una personalidad inquieta: escalaba árboles, se tiraba en trineo y disparaba a ratas.
Y una curiosidad de esas que encantan a quienes escriben biografías, es que coleccionaba recortes de periódicos de mujeres famosas que sobresalían en actividades tradicionalmente protagonizadas por hombres, es decir, casi todas las actividades. Años después otras niñas coleccionaron recortes que hablaban de ella.
En 1905, Edwin fue contratado para trabajar en el Ferrocarril de Rock Island en Des Moines, Iowa, como ejecutivo.
Fue ascendido en 1909 y su vida mejoró considerablemente. Muriel Earhart recordaría que “aquellos tiempos felices fueron desafortunadamente, el preludio de un período que vio la pérdida de la prosperidad económica y el comienzo de la desintegración de la familia”.
Como ocurrió en tantas historias de emprendedores de la Norteamérica de principios del XX, al padre de la criatura le dio por beber, y Amelia tuvo que aceptar desde muy joven que su padre era un borracho, y eso no le gusta a nadie.
Así que gracias al alcohol consumido en exceso, el tren de vida de los Earhart se vio desmejorado, por lo que en 1914 las tres mujeres de la familia dejaron al varón y se mudaron a Chicago. Amy mantuvo a las niñas y luego las mandó a escuelas privadas de nivel medio para que pudieran ser universitarias, algo muy adelantado a su tiempo.
Poco a poco, como le pasa a todo el que consigue llegar a una edad considerablemente adulta, la vida de Amelia se cruzó con la del Gran Mundo, y llegaron los años de la Primera Gran Guerra, que aunque se libró al otro lado del Atlántico casi en su integridad, cambió radicalmente el paisaje humano de la zona de influencia de Amelia. Durante la Primera Guerra Mundial, se enroló como voluntaria en labores de enfermería.
Había estudiado en la Universidad de Columbia (Nueva York) y completado su formación en la Universidad de Harvard. Así que a nadie le pareció inoportuno que sirviese como enfermera en un hospital de campaña canadiense, lo hizo hasta el armisticio de noviembre de 1918.
“Allí me di cuenta por primera vez del significado de la Guerra Mundial. En vez de uniformes nuevos y bandas de música, sólo vi el resultado de cuatro años de lucha desesperada; hombres sin brazos ni piernas, hombres paralizados y hombres que habían quedado ciegos."
Cuando en 1918 la Spanish flu (gripe española) llegó a Toronto, Earhart estaba en el hospital militar, y cayó en sus virus con cierta violencia, fue hospitalizada en Noviembre y estuvo muy enferma un par de meses, parece ser que no lo pasó bien, porque aquella enfermedad de nombre equívoco era muy dura. Incluso tiempo después de ser dada de alta sufría muchos dolores de cabeza y otros síntomas nada agradables.
A la Gripe española, también se la llamó la Gran pandemia de gripe, la Epidemia de gripe de 1918 o La Gran Gripe. Como sus apelativos dejan adivinar, fue una epidemia grande, tanto que mató entre 1918 y 1919 a una cantidad de personas superior a los 50 millones en todo el mundo. Hay quien sube la cifra a cerca de 100 millones, pero eso nunca lo sabremos. Ha sido una de las más letales en la historia de la humanidad. Los Aliados de la Primera Guerra Mundial la llamaron Gripe española porque como España se mantuvo neutral, no tenía problemas en dar sus terribles cifras sobre la enfermedad, al contrario que los países en contienda que guardaban sus muertos en el más triste de los secretos. Por esto sabemos que en España cerca de 8 millones de personas estaban infectadas en mayo de 1918 y alrededor de 300.000 habían muerto.
Amelia nunca habría padecido esta gripe sin la Gran Guerra. La Gran Guerra nunca hubiese sido tan grande sin la modernización de los sistemas de transporte. Amelia dedicó el resto de su vida a mejorar aún más los medios de transporte, los aviones nos acercan a las personas y nos acercan también a sus enfermedades. Amelia trabajó para facilitar la expansión de epidemias como la que estuvo a punto hacerla pasar al otro barrio. Pero eso va en el pack, ya sabes, todo lo bueno tiene algo malo y esas cosas.
Pasada la Guerra y sus coletazos, En 1920 saltó la chispa. Aunque le iba bien en sus estudios en Columbia, decidió regresar al lado de sus padres que se habían reconciliado en la soleada California. Por entonces fue cuando Amelia y su padre asistieron a un "encuentro aéreo" en el campo Daugherty en Long Beach. Se quedó alucinada. Al día siguiente abordó un biplano de cabina abierta para dejarse llevar en un vuelo de 10 minutos sobre Los Ángeles.
"¡Tan pronto dejamos el suelo supe que tenía que aprender a volar!"
Con esa mariposa en la barriga empezó con la pionera Anita "Neta" Snook como maestra. En pocos meses se hizo con un prototipo del avión Kinner y lo llamó The Canary (El Canario). Era amarillo. De esta época es la anécdota tantas veces repetidas en la vida de los genios, Amelia también tuvo quien dijo de ella que nunca sería una buena pilota. Un clásico.
Para octubre del 22, Amelia empezó a intentar romper marcas, y consiguió el récord de altitud para una mujer: 14.000 pies.
En pleno inicio de su afición por el deporte de la aviación, Amelia vendió su Kinner y compró un automóvil, dando muestras de una actitud totalmente acorde con la filosofía del sportman. Era un Kissel al que ella llamó The yellow peril (el peligro amarillo). También era amarillo, como se deduce. Llevó de turné a su madre a través del país, hasta Boston. Cuando se paraban en algún pueblo, la gente se aglomeraba para ver el espectáculo. El viaje transcontinental en automóvil era toda una novedad, y dos mujeres en un coche amarillo lo más parecido a Avatar que podía ofrecer la vida en aquellos tiempos y aquellos lugares.
"El hecho de que mi deportivo fuera de un llamativo color canario pudo haber causado cierto revuelo. Había sido lo suficiente modesto en California, pero ciertamente era algo llamativo para Boston."
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Tal vez Amelia debió darse cuenta de que la llamativa, sobre todo, era ella. Y ese viaje en plan Thelma y Louise era premonitorio de una de las propuestas feministas menos logradas, en cuanto a lucha de sexos se refiere, del cine californiano.
Y nos acercamos al principio, porque el año 1925 Amelia se lo pasó en Boston, donde se unió a la National Aeronautic Association, e invirtió el poco dinero que tenía en una compañía que construiría un aeropuerto y distribuiría los aviones Kinner. Durante esta época sacó definitivamente los pies del tiesto. El Boston Globe dijo de ella que era "una de las mejores pilotos mujer en los Estados Unidos". Lo que, si se lee con atención, quiere decir que había más de una y que seguían sin ser “pilotos” sin más.
El 27 de abril de 1926 se produjo la llamada con la que empezábamos esta historia. Soy consciente de que está quedando un poco larga, pero merece la pena extenderse en esta fenómena de nuestro tiempo.
Nos queda por dejar el cuento bien cerrado, aunque eso resulta muy difícil con quien decidió ser en todo diferente, incluso en escribir The End.
Amelia fue considerada desaparecida en el océano Pacífico cerca de la Isla Howland el 2 de julio de 1937 y declarada muerta el 5 de Enero del 1939.
“Por favor debes saber que soy consciente de los peligros, quiero hacerlo porque lo deseo. Las mujeres deben intentar hacer cosas como lo han hecho los hombres. Cuando ellos fallaron, sus intentos deben ser un reto para otros”. Esto se lo dijo a su marido, poco antes de hacer la siguiente serie de temeridades:
En 1934 decidió volar a través del Pacífico, de Hawái a California y después a Washington. Diez pilotos lo habían intentado y habían muerto. Ella no murió, aún no. Partió del campo Wheeler de Honolulu, en Hawái el 11 de enero de 1935 y aterrizó en Oakland, California, donde la esperaban miles de personas para aclamarla, era una auténtica starlette del deporte aéreo. El presidente Roosevelt (el vigesimonoveno de los EEUU), mandó un telegrama. "Lo has logrado de nuevo, y demostrado, incluso a los más "cerrados", que la aviación es una ciencia que no es del dominio exclusivo de los hombres."
También en el 35 realizó el primer viaje solitario de Los Ángeles a Ciudad de México, y de allí a Newark. y estableció un nuevo récord de velocidad, volando sin escalas entre Ciudad de México y Nueva York en algo más de catorce horas.
Pero su Gran Viaje se preparó para 1937. La atacó el temido síndrome de Magallanes, y decidió hacer un viaje alrededor del mundo. La máquina elegida fue el Lockheed Electra 10E. Era rojo. Según ella ese era el vuelo que le quedaba por realizar. Esas cosas no hay que pensarlas nunca.
Con su amigo Frederick Noonan, experimentado piloto, partió de Los Ángeles hacia Florida el 21 de mayo de 1937. El 1 de junio salieron de Miami, y su primer destino fue San Juan de Puerto Rico, de ahí bordearon Sur América rumbo a África y el Mar Rojo. Desde allí, un vuelo inédito en la historia hacia Karachi en la India. Después a Calcuta el 17 de junio. Luego Rangún, Bangkok y Bandoeng, en Singapur.
Amelia enfermó de disentería. Con todo y con eso, salieron el 27 de junio hacia Darwin en Australia, donde mandó los paracaídas de regreso porque no los veían necesarios en lo que quedaba de viaje.
Llegó a Lae, en Nueva Guinea el 29 de junio con 22.000 millas detrás y sólo 7.000 por delante (aunque al dar la vuelta al mundo volando tal vez las millas de delante serían las de detrás, porque el mundo gira y gira). En Lae se comunicó con el Herald Tribune. Las fotos la revelaban enferma y cansada. El 2 de julio con 1.000 galones de combustible y con condiciones atmosférica no muy favorables empezó el vuelo final.
Mantenían comunicación con el guardacostas estadounidense Itasca.
A las 7:20 estaban a 20 millas al suroeste de las Islas Nukumanu. A las 8:00 volaban hacia la Isla Howland a 12.000 pies de altura. Luego transmisiones cortas y confusas al Itasca. A las 19:30 se pudo oír: “KHAQQ llamando al Itasca. Debemos estar encima de ustedes pero no los vemos. El combustible se está agotando.” A las 20:14 el último mensaje muy breve. A las 21:30 el silencio.
¿A alguien se le ocurre un final más acorde con su vida?
la noticia en la portada del Clevelan Press |
Entonces comenzó la búsqueda.
El presidente Franklin D. Roosevelt la autorizó con 9 barcos y 66 aviones, una operación que costó 4 millones de dólares. Cuando abandonaron el rastreo en el área de Howland. George Putnam buscó más ayuda para continuar, pero las esperanzas de encontrarlos se convirtieron en humo. En 1938 construyeron un faro en la isla Howland en honor a Amelia y Frederick.
La desaparición de Amelia Earhart y de su copiloto fue motivo de muchas especulaciones, algunas parecen de ciencia ficción, pero hasta hoy no se entienden ni las causas del accidente ni se conoce el lugar exacto. Tal vez se sumaron a la lista de Los Inmortales con la que Giovanni Papinni especulaba en su Gog.
Dicen que tal vez Amelia estaba en una misión de espionaje autorizada por el presidente Roosevelt y fue capturada, que quizá estrelló a propósito su avión en el Pacífico, que puede ser que fuesen retenidos por los japoneses y forzados a transmitir para las tropas americanas como la "Rosa de Tokyo" durante la Segunda Guerra Mundial. Hay quien afirma que vivió por años en una isla en el Pacífico del sur con un pescador nativo. En 1961 se pensó que se habían encontrado los restos de Amelia y Frederick Noonan en Saipan, pero resultaron ser huesos de nativos saipaneses.
Desde 1988 existe "El Proyecto Earhart" una investigación del International Group for Historic Aircraft Recovery (TIGHAR) para dar solución al misterio de la desaparición de Amelia. Tres expediciones arqueológicas a un remoto atolón de Nikumaroro (la antigua Isla Gardner) han demostrado que el vuelo aterrizó allí el 2 de julio de 1937.
Pero quizá sea mejor dejar el final de la historia en el lugar en el que Amelia decidió vivirla: en el aire.
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