Alguna vez sucede que alguien escribe una crónica de algo no habitual y da en el clavo. Suele pasar cuando con una mirada
curiosa e inquieta el periodismo nos cuenta lo que no se ve. Y a veces es aún mejor, cuando acierta a
incorporar eso que no se ve a lo que salta a simple vista.
El periodismo
deportivo se ha nutrido siempre de grandes artistas de la palabra que han
sabido trasladar las profundidades del fondo del almacén de una disciplina a la
apariencia, brillante o triste, de su escaparate.
Llevo años sintiendo que con la gimnasia, y sobre todo con
la artística, nuestra prensa está perdiendo muchas oportunidades de brillar. Cada
vez que hay una gran cita internacional.
Incluso pasa mucho que las notas de prensa de la Federación Española de Gimnasia se quedan en el escaparate, lo que no deja de ser sorprendente. Espero que no se entienda como una regañina, no lo es, es una constatación de un hecho.
Incluso pasa mucho que las notas de prensa de la Federación Española de Gimnasia se quedan en el escaparate, lo que no deja de ser sorprendente. Espero que no se entienda como una regañina, no lo es, es una constatación de un hecho.
Pero lo que me da más tristeza comprobar es que las noticias
de gimnasia ya se han reducido a cifras
y nombres. Unas cifras que resultan ininteligibles para las personas a las que
la gimnasia les es ajena, a ese público al que hay que ganarse.
"Un 12.600 en suelo". ¿Y eso qué es? ¿Qué significa? ¿Es
mucho, poco, ni fu ni fa?
Las crónicas de gimnasia se basan en cifras, “Ana Pérez ha
sido decimocuarta con un total de 52.631, su compañera Cintia Rodríguez fue trigésimo
tercera con 48.832”. Y ya está. Fin de la cita. ¿Eso qué aporta?
Si estás en el ajo, normalmente esos datos ya lo sabes, y casi
que en el fondo te dan lo mismo. Si no tienes un interés grande por la gimnasia,
o lo tienes pero no estás al tanto del día a día, esos datos te sirven igual
que si te escriben las guerras púnicas en caracteres cirílicos.
Una vez que sabemos los resultados, necesitamos que nos
desencripten los datos.
Precisamente descifrar lo que es evidente a la vista debe
ser la misión de quien escribe en prensa. Necesitamos que alguien nos cuente
qué significa ese salto de Ana Pérez de 12.833 de la final AA y a ser posible que lo compare con el de 14.100
de la clasificación. Eso sería lo mínimo, lo que se ve a simple vista es que Ana ha puntuado
menos. Lo que no se ve es el porqué. Pues ese porqué no nos lo cuentan.
En otro orden de cosas, necesitamos que alguien ilumine la
importancia del campeonato, el objetivo de las gimnastas, la utilidad del mismo
dentro del ciclo. En este Mundial de Montreal en concreto, necesitamos a
alguien que centre la historia de esta ciudad y su íntima relación con la gimnasia artística femenina, necesitamos a
alguien que narre con lágrimas en el teclado la despedida de Catalina Ponor,
rumana, como Nadia, la reina de Montreal.
Necesitamos también que alguien nos cuente bien contadas las
ausencias, las lesiones. En la gimnasia siempre hay ausencias, siempre hay
lesiones. Conviene conocerlas, analizarlas, contarlas. ¿Dónde están Simon Biles,
Aly Raisman y compañía? ¿Cómo están Iordache y Smith?
Y también importa saber qué está pasando por el mundo, lo
que no se ve, quiero decir, lo que hay que saber. Quien busca afianzar su
personalidad ¿Reino Unido, Italia, Francia, Suiza? Quien mantiene la escuela y
fija la estela ¿Estados Unidos, Japón, Canadá, China? ¿cómo van a tapar los inmensos huecos dejados por las históricas y carismáticas Mustafina y Ponor Rusia y Rumania? Quien arriesga ¿Brasil, Ucrania, Bélgica? Y nos
importa saber quién viene creciendo, ¿es España?
En un mundial hay mucho que contar, pero se puede optar por
contar sólo las notas y las posiciones, y de hecho, se opta por ello. No he
encontrado a tiempo real un solo análisis en la prensa española sobre la
diferencia entre la clasificación y la final de nuestra representante, Ana
Pérez, y resulta raro. Cualquiera diría que lo habitual es tener una española
clasificada en la final del concurso completo de un mundial. ¿Cuándo clasificó la útlima antes de Pérez? Seguro que si esto fuese baloncesto, fútbol, automovilismo, ese dato estaría en todas las crónicas.
Ana en la
clasificación consiguió un total de 52.631 y en la final 49.266. Con el
resultado de la clasificación, en la final habría sido la décima del mundo. Y
resulta que viendo la clasificación se pudo también ver algún margen de mejora
en elementos concretos de algún aparato. Bien, siendo así: ¿Qué ha pasado en esas horas? ¿Dónde ha estado
la clave? Aparte de lo que se ve: caídas, fallos de cálculo y otros pequeños
detalles, está lo que no se ve; lo que debería contarnos alguien que hiciese
una crónica desde allí. ¿Sensaciones, inquietudes, dudas?
La verdad es que a 5.500 kilómetros de distancia sólo
podemos conjeturar, imaginar, suponer. Y resulta que esa es la clave de la
gimnasia, y de eso no nos cuenta nadie nada.
Voy cerrando este alegato que me está quedando un poco de abuelito cascarrabias, pero es que hay que ver.
También hay algo que convierte a este deporte en una
disciplina muy diferente a las otras: el código, la dificultad de ajustarse a
él, la necesidad de adaptarse a sus cambios. Y de eso tan interesante y único,
tampoco nadie cuenta nada.
Los ejercicios que presentaban las españolas en este mundial
por ejemplo ¿son los que van a llevar a Tokio 2020?¿Con este nivel de gimnasia
tenemos equipo olímpico? Son preguntas que hay que hacerse ahora. Nadie se las hace. Y al margen
de esas preguntas clásicas, algo más cercano, de hoy mismo. ¿Qué ha hecho Ana Pérez diferente al resto de finalistas que marque un estilo? Por ejemplo, volvamos al salto, que resulta sencillo de entender a la primera. Su salto es un salto muy similar al de otras muchas, por
cierto que nadie cuenta qué salto hace Ana, ni su nivel de dificultad, ni si es
el mismo que llevó a Río, aunque podría dar igual, porque si en un futuro alguien
quisiese saber qué hacía Ana Pérez tendrá que ir al vídeo, nadie contó sus
ejercicios en Río, salvo una pequeña indicación de sus asimétricas, una “desviación
en la vertical” (sic). De lo que si está petada la hemeroteca, eso si, es de sus notas.
¿Sabe alguien qué salto hace Ana Pérez?¿No se considera
relevante?¿No es importante si el gol fue de cabeza o de volea con la izquierda
o tras doce pases desde la defensa o rematando un “pase de la muerte” del
extremo de turno? Caramba, pues si eso es importante, también lo es si hace un
Yurchenko-pirueta, si es un tsukahara, si lo ha clavado, si se ha desviado, si
se ha pasado de velocidad, si ha calculado mal los apoyos. Es muy importante, es fundamental. Posiblemente la
primera vez sonará a chino, aunque sea ruso y japonés, pero a la tercera
empezará a entenderse y luego a conocerse y el conocimiento da la cultura y la
cultura el respeto y el respeto, la afición.
En fin, que sólo quiero dar ideas. Que me encantaría que en
las crónicas de gimnasia se hablase de gimnasia, igual que en las de tenis se
habla de tenis más allá del 6-3, 6-7, 6-4, y en las de fútbol se habla de
fútbol al margen del número de goles y saques de esquina.
Hay quien se quejaba en los últimos campeonatos mundiales de
atletismo de Londres de lo mismo: mucho dato, mucho tiempo, mucha marca, y
poco atletismo. Y sucedió que cuando un gran periodista, Carlos Toro, escribió
de atletismo, se le tiraron a la yugular. Igual por eso ya nadie escribe de
gimnasia, no vaya a ser.
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