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¿ES LA HORA DE VER UNA PRESIDENTA EN EL CONSEJO?




No hablo de discriminación positiva, hablo de justicia histórica.
 
Discriminación positiva sería pedir que las próximas trece personas que ocupasen el puesto de la secretaría de Estado de Deportes fuesen mujeres. Eso nos llevaría a después poder hablar de igualdad efectiva. Pero no es eso. Poner en valor a las mujeres que pueden ocupar ese puesto con total eficacia y solidez no es discriminación positiva, es simplemente justicia.

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No es discriminación positiva, es justicia.
Desde 1977, año en el que la Delegación Nacional de Deportes se transformó en el Consejo Superior y dejó de depender de la Secretaría General del Movimiento para pasar a depender entonces del Ministerio de Cultura, trece personas han presidido el Consejo. Trece, que no son pocas personas para cuarenta y un años de periplo. Benito Castejón inició ese camino de transformar la estructura heredada de la etapa política de la dictadura a un espacio democrático e igualitario, y en esas estamos. 

Durante ese periodo, de las trece personas, ha dado la casualidad de que ninguna ha sido una mujer. De esa lista de trece hombres presidentes del CSD, cabría destacar algunos nombres que han sido directivos y dirigentes, no demasiados, pero alguno hay, tal vez tres o incluso cuatro, en mi opinión. Y también hay que reconocer, sin miedo a equivocarse, que algunos han sido sólo directivos, y no demasiado buenos, por decirlo eufemísticamente. Es decir, que a veces, pocas, se ha puesto al mejor para el puesto, y a veces, más, se ha elegido al no mejor ni por asomo. 
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Asociación de deporte Federado,
 la casualidad hace que sólo haya una mujer en la foto

Es muy posible que sea pura casualidad que de trece presidencias las trece las hayan ocupado hombres, y que durante estos cuarenta y un años se haya pensado en muchas ocasiones en mujeres para ocupar ese cargo, pero que justo al comparar candidatas y candidatos, siempre se ha constatado que eran mejores los candidatos y de ahí que no haya ninguna en la lista. Debe ser eso. 
También es muy posible que durante esos años, al haber sido ofrecido el cargo a una mujer, haya sido ella misma la que ha renunciado al puesto por alguna razón personal. ¿A que no? ¿A que es otra cosa?

La realidad es que en estos años de democracia igualitaria, ni una sola vez se ha pensado en una mujer como presidenta del CSD. Bueno, para ser exacto, hace un par de años llegó un rumor sobre la posibilidad de que Mariano Rajoy hubiese ofrecido a Ruth Beitia ser Secretaria de Estado, fue en el momento en que la genial saltadora tenía recién colgado el oro de Río. El caso es que al final se optó por Lete, que sonaba en todas las quinielas desde la primera administración Aznar.
Así que para que alguien se fije en una mujer como posible presidenta de algo así, al menos tiene que ser medalla de oro olímpica. No está mal como primera condición. Sin embargo, siendo hombre, basta con apellidarse Cardenal. En ese caso, como en otros, el hecho de que no le dé al aeróbico o al anaeróbico ni cinco minutos al día resulta intrascendente.

Pero centremos el tiro, que aún quedan argumentos.

Quien defiende que poner una mujer por el mero hecho de ser mujer en un puesto es discriminación positiva tiene razón. Lo que pasa es que no es ese el planteamiento. Se trata de situar a una persona excepcionalmente preparada, con un conocimiento global extraordinario y con capacidades de liderazgo y dotes directivas en ese puesto, y que además de esto, sea mujer.
¿Por qué ese empeño? Por justicia. 

En nuestro país en categorías de formación, en deporte para la salud, en deporte recreativo y de ocio, y más contundentemente en el deporte de élite y alto nivel hay hombres y mujeres, con el condicionante añadido de que ellas están ahí nadando contracorriente. Sin embargo, en las presidencias de Federaciones, en Direcciones Generales y en juntas de clubes deportivos no las hay, solo hay hombres (salvo contadísimas excepciones). Son casualidades de la vida que no tienen nada que ver con años y años de estructuras patriarcales ni con visiones androcéntricas de la realidad. Son puras casualidades que además no hay que preocuparse en corregir, ya que así son las cosas y es el mercado, amigo. 
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Marisol Casado.
Una número 1
Una de las fórmulas testadas para la corrección de las desigualdades es incorporar mujeres con capacidades contrastadas en los puestos de dirección y de toma de decisiones. Está demostrado empíricamente, negar eso es negar una evidencia. ¿Por qué no hacerlo? Porque no nos interesa, seamos sinceros, no vaya a ser.

Con el fin de mantener este estado de cosas en el que los hombres manejamos las decisiones sobre hombres y mujeres, podemos argumentar que no hay mujeres tan preparadas como algunos hombres y esa es la razón fundamental, y podemos argumentar otras cosas más de corte latino. Pero no tendremos ninguna razón.

Mujeres de altísimo nivel en conocimiento y en capacidad directiva han pasado ya y seguirán pasando por nuestro deporte, y si no se las tiene en cuenta para estos cargos, por el uso permanente de orejeras, seguiremos perdiendo oportunidades magníficas de brillar gracias a ellas. 
Hoy me vienen a la cabeza un buen número, con perfiles muy diferentes de liderazgo, y con sensibilidades muy distintas a las demostradas por los trece presidentes ante la realidad de nuestro deporte. Mujeres que, además de brillar en sus puestos de responsabilidad lo han tenido que hacer demostrando que tienen esa capacidad “a pesar de ser mujer”. 

¿A quién ves en ese puesto? Me preguntaban el jueves pasado, mientras en el congreso se barruntaba el terremoto. Pues mira, veo a Marisol Casado de manera absoluta, veo también a María Escario, a Elida Alfaro, a María José Rienda, a Conchi Bellorín, veo a otras que deberían valorarse al margen del hándicap carpetovetónico de haber realizado sus tareas más relevantes en administraciones no socialistas, como Susana Pérez-Amor o Ana Muñoz. Hay otras mujeres del deporte que también tendrían opciones claras de brillar en un puesto de ese nivel aunque no estén ahora en el ámbito de la política deportiva, como Paloma del Río, Mónica Messa, Lucía Guisado, Dori Ruano…

Son esos estilos de liderazgo lo que me parece muy necesario incorporar a nuestro deporte. Por muchas razones, que van desde las conductas negativas en el deporte de formación hasta la intolerable desigualdad en el deporte de alto rendimiento. Desde la lamentable segregación de la educación y el deporte de base a la depredadora actitud de algunas federaciones y clubes deportivos sobre el rendimiento económico de sus deportistas.
¿Hay hombres igualmente capaces de dirigir con acierto el cambio en el que se viene trabajando hace tiempo desde muchos ámbitos del deporte español? La respuesta es sí, los hay, igualmente capaces. Ahora, en mi opinión, estamos es el momento perfecto para empezar a equilibrar una balanza que lleva lustros brutalmente desequilibrada.

Por supuesto esta es una opinión muy personal, ya sabéis que las opiniones tienen más o menos valor en función del conocimiento de quien opina en la materia de la que se esté tratando.

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