Podría llamar perfectamente a este año que se acaba, y sin temor a ser injusto, el año de las interferencias no deseadas.
Ni un paso ha estado exento de sus consecuentes trabas. El año en el que el reaccionario “todo mal” se podría haber ido a la mierda sin miramientos, pero ahí ha estado, agazapado y saliendo a la pista para decir esta boca es tuya, cállate. Era el perfecto aburrido fragor.El año al que no me dará la gana volver a las mismas cosas,
porque hay rincones del pasado a los que no merece la pena agarrarse ni como a
un clavo ardiendo. Igual que se hace pesado volver a ver las mismas caras (inmarcesibles)
de hace mil años presentando las campanadas, como si nos interesase volver a
dar la bienvenida al año 95. Obviamente no. Porque vivir hoy es mucho mejor que
vivir ayer, por muy ayer bonito que fuese y bla bla bla.
¿El año del eterno retorno, o el del dominio del tiempo?
Hay tantas teorías sobre el tiempo, tantas ilustraciones
ilustradas que te advierten y enseñan cómo debes enfocar tu futuro; tantas hay
que ya no vale ninguna.
Sobre todo, si sabes que el tiempo se dedica a jugar al
escondite y que es un acordeón que abre y cierra la panza, el fuelle, el pasado
y el futuro, para cantarte una habanera de Pablo Milanés. Mariposita de primavera,
sin ir más lejos, alma con alas que errante vas, por los jardines de mi
quimera.
Durante unos cuantos muchos demasiados eternos días de este año que se
va, como se van las golondrinas acatarradas, como se van los lirios de Lorca. Durante
esos días, digo, no me quedaba tiempo. Después de la amputación ya sí, pero estaba
dolorido, y la realidad es que nunca queda tiempo, o que siempre, o que el
tiempo no es lo que creemos que es, un contenedor, sino que es parte de lo que
se tiene y de lo que no se tiene, pues también se tiene por ausencia.
Por eso creo que el futuro no está ahí para avanzar, y menos para huir, sino
para llegar.
Para avanzar: el presente, la filosofía, la ciencia y la poesía del
presente, pero avanzar sin pretenderlo, avanzar por el mero hecho plácido de crecer.
Este presente es el que hay, este en el que enseñar el pelo
en un mundial de escalada, o de ajedrez, o de cualquier otra cosa inventada
para medir capacidades, puede costarte la vida y traerte la muerte.
Este presente en el que te timan mientras dicen en alto que timar
es una cosa fea. Un presente elaborado con contradicciones, con mentiras, con
hipocresías.
Enfocar el futuro es un modo de avanzar que no me estimula,
ahora que avanzar se hace ahora o no se hace. Ahora que no vamos a encontrarnos,
de momento, con ese malnacido que quiso dejarnos para siempre en el pasado.
Ahora se llena el sentido de presente y resulta extraño mirar más allá de unas
semanas adelante. Porque el tiempo es lo que tengo hoy en la mochila.
¿Qué he aprendido? ¿Qué aprendo de todas las interferencias?
¿Qué me han contado todos estos vaivenes y aprensiones y disturbios? Porque
alguna conclusión, por muy estúpida que sea, habré sacado.
¿Qué aprendo de todas estas certezas, de todo este amor, de
toda esta luz? Las respuestas a unas y otras preguntas son tan iguales que dan
ganas de reír por no volar.
¿Dónde estoy hoy que antes de las interferencias no estaba?
¿Dónde sí? ¿Cuánto gané, cuánto perdí?
Respondo, no me oculto.
Cuidar, crecer, sentir. Por aquí van las respuestas. Cuidar,
crecer, sentir.
No encuentro ninguna necesidad de conjugar el verbo avanzar,
ya no. Y lo hacía, lo hacía mucho.
En este presente en el que parece que vivimos en la triste
necesidad de verificar nuestras identidades, incluso ante nuestra propia mirada,
en este preciso presente, en este preciso instante del episodio, paso olímpicamente de la
necesidad de avanzar.
Me quedo con lo que tengo aquí, en mi rincón, con mi corazón
agradecido, con mi gente, con mis amores. Me quedo para cuidar, crecer, sentir
y amar.
Yo te miro cual canción, que inspira una revolución.
Y sin más mensajes escondidos: Cuando me diagnosticaron cáncer, mi cabeza decidió darse unos días de inquietud, creo que es lo habitual en estos casos. Pero mi cabeza estaba sugestionada por palabras llenas de significados. Palabras como medicina nuclear, como oncología, o biopsia, resonancia, escáner, tumor…
Y no me daba miedo, me daba rabia, porque yo no veía justo
irme (justo) ahora, ni en unos pocos años, qué pocos me parecieron cuando me los
dijeron.
No me quiero ir, pero no me da miedo, ya me he ido de otros sitios y sé que sin mi las cosas siguen siendo..
Lo que no quiero es perderme lo que nos queda por vivir, que conociéndonos,
será mucho y bueno.
Por eso le doy la bienvenida a 2023 soñando con que sea un
año sin interferencias, un año con la señal constante. Qué menos merecemos.
2022.
A tu salud.
Mucho tiempo buscando saber de ti... Y hete aquí que por fin, cuando te localizo, leo lo que acabo de leer.
ResponderEliminarLo siento en el alma.
Si en algo puedo ayudar, dímelo por favor.
Y si puedes sacar un hueco de ese preciado tiempo, estaría encantado de retomar el contacto perdido desde hace ya... 26 años.
Mientras, en la espera, cuídate mucho.
Un enorme abrazo:
José Tutor
Qué alegría saber de ti, José:
EliminarEsta respuesta se me había pasado, escribí el post en días complicados y no había vuelto a mirarlo.
Se me ocurre que puedes conectar conmigo a través de mi correo electrónico y luego ya nos damos contactos de teléfonos. klifascarlos@gmail.com