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He for She, Gustav Kirby era un #doylacara

La campaña de 12meses de Mediaset, con su etiqueta #doylacara me ha hecho pensar. Pero aún más me ha hecho pensar el discurso de Emma Watson en la ONU. Nada que no tuviese pensado de antes, pero entre una cosa y otra, he recopilado pensamientos y los he podido almacenar todos juntitos en un mismo compartimento estanco en mi disco duro.
Con la manía que tenemos los seres humanos de "poner cara" a los pensamientos, he decidido aglutinar lo que creo en un grupo de personas concreto y un momento histórico: Las atletas internacionales y 1932

Empiezo 12 años antes. En 1920 Alice Milliat reunió a un equipo de fútbol de mujeres de París y recorrió con ese equipo el Reino Unido, jugando contra equipos británicos, y organizó el primer Torneo femenino de fútbol reconocido internacionalmente.
Con un increible nivel de persuasión, Alice, en 1921, se convierte en la presidenta de la recién creada FSFI (Federación Internacional de Deporte Femenino) Una federación que iba a gobernar a las deportistas hasta el 1936. Curiosamente la dirección de la sede de esta federación coincide con la de la casa de Alice, el número 3 de la rue de Varenne, en París. Así era la implicación de esta chica en sus proyectos.
También es verdad que para esta empresa tuvo compañía, por ejemplo la de Kinue Hitomi, una japonesa con mucho carácter que lideraba la oposición contra las tradiciones machistas del país de Jigoro kano. Y otra hermana en la distancia de Alice fue la americana Mildred “Babe” Didriksen.
El caso es que para 1921 ya estaba formada la federación internacional, y para erizar los bigotes del barón de Coubertin organizaron los Primeros Juegos Mundiales de la Mujer en Monte Carlo, con el atletismo como protagonista, porque Alice sabía que ése era “el rey de los deportes”, independientemente de cuál sea el “deporte rey” en cada país. Y esos juegos de Monte Carlo, a falta de pista de atletismo, se celebraron en un campo de tiro de pichón. Llegaron representantes de cinco naciones: Gran Bretaña, Suiza, Noruega, Francia e Italia. Aunque otras fuentes incluyen a EEUU, España y Checoslovaquia y confirman a Francia y Gran Bretaña. Lo de estados Unidos tiene coherencia pues en ese país las chicas tienen competiciones desde finales del XIX en el Vassar College y entre universidades desde 1903. Que estuviese España se me hace dudoso, con permiso de Doña Emilia Pardo Bazán. Italia…, bueno, habría que ponerse de acuerdo en los cinco primeros. Pero sigamos, Klifas, que te enredas.
Portada de "Alice Milliat" de André Drevón"
“Porque cualquiera entiende que no debemos guardar para cada cual las ventajas de las actividades deportivas saludables, se debe convertir al ejercicios al aire libre a la gente más tímida, y la gran familia de nuestra Federación debe ir en constante aumento porque su trabajo es de interés nacional, es imperecedero.
 
Tras los primeros Juegos de la Mujer, Alice Milliat vuelve a la carga, y después de decir hello de nuevo a la Federación Internacional de Atletismo y al COI, y después de recibir malas contestaciones de unos y otros, se saca de la chistera Los Juegos Olímpicos de la mujer en agosto de 1922 en el Estadio Pershing, (en París, para mayor ludibrio).
Esta vez se presentan siete naciones con cerca de 300 atletas, cosa que está muy bien, y con 15.000 personas en las gradas, lo que está aún mejor. Las atletas británicas ganaron 12 de 15 carreras en el programa. Y a Coubertin le empezaron a salir urticarias, metafóricamente hablando. Para más inri, el periódico deportivo “Le Sportif” tuvo la osadía de comparar a Alice Milliat con el barón Pierre Fredí. 

El impulso ya estába dado. Los rompeolas se doblegaban. Cuatro años más tarde, en Göteborg, se celebraron los segundos Juegos olímpicos de la mujer, a los que acudieron atletas de diez países, y en los que aumentó también el número de  participantes y fue muy superior el de asistentes al evento. Desde el COI informaron que no podían aceptar la denominación de “olímpicos” a esos juegos de señoras, y el adjetivo se cambia a “Internacionales”, pero la esquirla está cincelada.
Así que con algo más de fuerza, va Milliat, y se coloca ante el Presidente de la IAAF (la Internacional de atletismo),  J.S.Edstrom, que hasta el momento había hecho gala de una misoginia proverbial, y no le dio otra opción que decidir dar entrada al atletismo femenino en la historia de los Juegos Olímpicos en Ámsterdam 1928. Milliat pedía la inclusión en todas las pruebas atléticas, pero eso produjo la más enconada oposición entre los antimujeresatléticas, y se tuvo que conformar con la inclusión del atletismo femenino “como un experimento” y con solo cinco pruebas en el programa: salto de altura y lanzamiento de disco, las de campo y los 100, los 800, y los relevos 4x100 en la pista.
De esta decisión se derivaron algunas otras. Por ejemplo que las chicas británicas (el equipo más fuerte) decidieran no presentarse a lo que consideraban un insulto a su capacidad. Otro ejemplo, que Pierre de Coubertín no estuviese en la ceremonia inaugural de los Juegos, parece ser que por enfermedad, aunque no está descartado que fuese por no ver desfilar a las atletas ante sus ojitos. Tal vez fuese una mezcla de las dos cosas, y la enfermedad se la produjo Alice.
¿Y qué tal salió el experimento?  

La primera campeona olímpica fue la norteamericana Elizabeth Robinson, que ganó los 100 metros en 12 segundos y 2 décimas. Dos décimas más que el primer campeón olímpico, Tom Burke. La altura y el disco estuvieron bien, y el relevo 4X100 resultó muy emocionante.
Y la carrera de 800 ofreció espectáculo, pero un espectáculo inesperado.
Se ve que no todas las atletas estaban muy adaptadas a la prueba de las dos vueltas al estadio, porque de las veinticinco participantes, unas abandonaron, otras se llegaron a parar y de las que llegaron a meta, algunas lo hacían extenuadas y se caían al suelo pidiendo asistencia. La vencedora fue la alemana Lina Radke Batschauer, que hizo un tiempo algo por encima de los 2 minutos y 16 segundos.
Esta carrera se lo puso a huevo a Coubertin y sus correligionarios, y enseguida empezaron a pedir la eliminación de todas las pruebas de más de 200 metros en el atletismo femenino. Utilizaron la prensa afín (que era casi toda) para decir que lo de la final de 800 había sido inhumano, y que la mujer es frágil y que no puede hacer esfuerzos de esa envergadura,y todo sonaba machote a más no poder. En ningún momento Coubertin intentó correr los 800, para probar, digo.
El New York Times, por ejemplo, informó que 800 metros es una distancia demasiado grande para la fuerza femenina. Otra de las grandes luchadoras del deporte femenino, Marie-Thèrése Eyquem, dijo que la prensa mundial se había centrado sólo en el incidente de los 800 para condenar sin piedad a todo el atletismo femenino, y ya de paso, a las mujeres en conjunto.
Pero con unas y con otras en danza, a los cerraditos del COI se les hicieron los ojos chiribitas, y ya que el atletismo femenino se había permitido sólo como un experimento, en la reunión posterior a los Juegos de Ámsterdam, votaron su retirada del programa. Y lo hicieron, además, regodeándose en el asunto, basándose en informes médicos que aseguraban que disputar carreras de más de 200 metros de distancia provocaría en las mujeres “envejecimiento prematuro irreversible”. Así eran ellos de científicos. Aún más, aprovechando el tirón, el entonces presidente del COI, el conde Henry de Baillet-Latour, pidió la “eliminación del deporte femenino”. Precisamente de este interesante personaje, el conde de Baillet-Latour es una frase de un aperturismo cerebral que emociona: "Para ellas la gracia, el hogar y los hijos. Reservemos para el hombre la competición deportiva”. ¿Un poco de agua?
“Y el número de intelectuales y de personas de nuestra parte es cada vez mayor, y saben que los argumentos de los tardígrados que ven el desarrollo de la educación física y el deporte femenino como un signo de depravación moral y de peligro físico y social son absurdos.  ¿Qué derecho tienen con su  supuesta "iluminación" científica a decretar, junto con muchos ignorantes "Estos ejercicios son adecuados para la mujer y estos otros son dañinos?
Pero como, queramos o no, las cosas que han pasado son las cosas que han pasado, la realidad es que las mujeres tardaron treinta y dos años en volver a disputar unos 800 m. olímpicos, fue en Roma60, y la maratón femenina no llegó hasta Los Ángeles84.
¿Y Alice Milliat qué hizo? Porque en 1926 había dejado de ser la presi de la internacional femenina y estas salidas de pata de banco del COI la deberían haber dejado knockout.
Por entonces, además, a ella y sus seguidoras las comparaban con las sufragistas de la época, y estaban igual de mal vistas. Pero sucedía que eran, igual que las sufragistas, valientes y decididas, y además, deportistas.
Madame Milliat insistió en lo que le había dado más éxito, y organizó los terceros Juegos Mundiales Femeninos en el enorme Estadio Letna en Praga, en lo que entonces, en 1930, era Checoslovaquia. Participaron más de doscientas deportistas de diecisiete países y más de 15.000 personas acudieron para atestiguar que fueron un éxito.
Atletas de clase mundial como Stella Walsh, del New York Central Athletic Asociación de Cleveland, compitieron en estos Juegos, y el mundo se hizo eco. Así que nuestra admirada Alice volvió a la carga, pero su voz caía en oídos sordos, pues no hay peor sordo que el que no quiere oír. Los Juegos del 32 estaban cada vez más lejos para el atletismo femenino.
Entonces sucedió algo que dio un giro inesperado a la historia.
Gustavus Town Kirby circa 1914
Bain - Library of Congress

Gustavus T. Kirby, representante de Estados Unidos en la IAAF, amenazó con retirar a todos los atletas Norteamericanos de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 32, sin distinción de género, a menos que se permitiese competir a las mujeres.
El Congreso Olímpico en su reunión de Berlín de 1931 votó a favor de admitir a las mujeres. Los riesgos de envejecimiento prematuro de las damas habían dejado de ser realmente preocupantes, y el COI dejó clarito una vez más que lo suyo es una empresa.
Esta intervención tan estratégica de Kirby no sería su única importante en la historia de los Juegos Olímpicos, pero es la que mejor demuestra que no importaba el grado de arrojo que tenían las mujeres, ni tampoco lo extraordinariamente bien argumentadas que estaban sus peticiones, las mujeres no podían llegar muy lejos sin el apoyo y la alianza del deporte masculino. Y esto puede servir de ejemplo en otros órdenes de la vida, en otros estamentos y en otras peleas históricas. He for She (Gustav for Alice).







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