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99 años de Edmund Hillary, que no sólo llegó al Everest. (II de IV) (II)




Venimos de aquí

Y aparece en esta historia uno de los momentos en lo que los juegos que se traen por el poder la gente que manda repercute de manera directa en la vida de los que se dedican sencillamente a vivir. El momento en que la apacible vida de un apicultor neozelandés aficionado al montañismo se cruza sin la mínima intención con el batiburrillo que se estaba montando en el mundo con el explosivo cóctel que resultó de la coincidencia en la línea espacio- tiempo del liberalismo democrático, el nazi-fascismo y el comunismo soviético.

Nueva Zelanda también entró en guerra, tradicionalmente siempre han sido un pueblo solidario y unido al que casi está en sus antípodas, Gran Bretaña. Así que cuando empezó el lío, Hillary solicitó su adhesión a la fuerza aérea, pero al poco tiempo, y antes de ser considerado, retiró su solicitud porque, según él dejó escrito, estaba acosado por su conciencia religiosa ¿Una persona religiosa que se plantea que matar no es la solución? ¿Pero éste tipo de dónde sale?

La mano que todo lo dirige decidió que el servicio militar en aquellos momentos tan bélicos tenía que ser obligatorio. Y obligatorio es obligatorio.

Cuando la guerra salió de las fronteras europeas y se afianzó en el Pacífico, cobraron mucha importancia las fuerzas de la RNZAF, que era la unión del ejército australiano y el neozelandés, y allí se fue Hillary con su conciencia religiosa incluida. Desde 1943 a 1945 sirvió en las fuerzas aéreas, en el 45 le trasladaron a Fiji y las Islas Salmón y en un accidente a bordo de un barco se quemó de mucha gravedad y le mandaron hecho un pincho moruno para Nueva Zelanda.
 
In the cockpit of the Trans-Antarctic Expedition's aeroplane, enlace
Tardó un tiempo en recuperarse, y cuando lo hizo, retomó su ansia de subir, tal vez preguntándose ¿y arriba qué? o tal vez conociendo el secreto. El verano del 48, el 30 de enero para ser exacto (enero es verano en NZ), llegó hasta la cresta sur del pico más alto de su país, el Monte Cook, del que ya hemos hablado al principio de esta historia. Sabemos que en aquella expedición estaban también Mick Sullivan y Ruth Adams, dato que añado por dar a la historia mayor profundidad, pues casi nadie hace nada sin más gente y es conveniente recordarlo siempre que se puede.

Es verdad que Nueva Zelanda es una maravilla, es verdad que es un lugar paradisíaco, y también es verdad que para los que desean sentir qué sucede en montañas más altas de 4.000 metros se queda corto en un santiamén. Así que la llamada de la altitud no se hizo esperar, y Hilllary empezó a marcarse cotas a las que poner banderas.


Hace unos años, el salón de actos del colegio Rangitoto de Auckland se llenó hasta los topes porque Sir Edmund Hillary acudía a dar una conferencia. Mi amigo Paul tenía entonces dieciséis años, y lo recuerda como un día único en su vida. Paul, toda su clase, y todas las clases del colegio más grande de Nueva Zelanda, recuerdan aquel día y lo que aquel señor mayor les contó, y que ahora, adornándolo a mi manera, os voy a contar.

Vamos con ello:

Hillary Les contó que ya en 1951 formó parte de una expedición al Everest, pero aquella expedición fue un fracaso. Hillary había sido incluido en una expedición británica de reconocimiento al Everest que dirigía Eric Shipton. Contó que este Shipton era un auténtico fenómeno del montañismo, que había subido al Kamet en 1931, el lugar más alto al que había accedido un ser humano y había vuelto para contarlo. También había intentado en 1935 llegar al Everest, pero le fue imposible, en 1947, en otra expedición por el Himalaya, hizo unas fotos de unas huellas de un ser inmenso y desconocido, para mucha gente esas son las huellas del Yeti. En esa expedición fallida al Everest de 1951 abrieron una ruta que hoy es famosa, la del glaciar del khumbu.

Además de esa historia pionera, Hillary también les narró, entre frases aprendidas de memoria de tanto repetirlas, su segundo reto gigante, el que le llevó en 1952 a tratar de llegar a lo más alto del Cho Oyu. Pero también fracasaron en el empeño porque desde el lado de Nepal, el que habían elegido, no había rutas seguras, y aunque parezca que no, porque últimamente hay mucho kamikaze, el montañismo tiene a la seguridad entre sus principales premisas. El gobierno chino había cerrado las únicas rutas asequibles para controlar la frontera entre el Tíbet y Nepal, así que se fueron con viento fresco, literalmente.

Cuando llegó a esta parte de sus aventuras, Hillary tenía al auditorio entregado, y aún no había empezado a contar la clave que le convirtió en un deportista que cambió la historia.

Resulta que para 1953 los británicos querían contar de nuevo con el gran Shipton, pero armaron una expedición en plan batallón, y a Eric Shipton no le iban para nada esas grandilocuencias, era más bien partidario de pequeñas expediciones. Pensaba que la montaña se aliaba mejor con los individuos que con las hordas. Y con pena en el corazón dijo que no al proyecto. Y por eso se lo encargaron a John Hunt.

A Hillary le había llegado una invitación del Comité Mixto del Himalaya para unirse a la mega expedición del 53, la noticia le pilló en Los Alpes haciendo eso que hacen los alpinistas, y se le hizo imposible decir que no a un nuevo proyecto hacia la cumbre más alta del planeta.

Según me contó Paul, Edmund Hillary se había aprendido muy bien su propia historia, sabía usar las pausas y los ritmos, sabía hipnotizar. "No sabíamos si era humanamente posible llegar a la cima del Monte Everest. E incluso utilizando oxígeno como hacíamos, no estábamos del todo seguros de si al llegar a la cima no nos caeríamos muertos o algo por el estilo."

Y Edmund Hillary no cayó muerto en la cima del Everest. El 29 de mayo de 1953, junto con el sherpa Tenzing Norgay, pisó el punto más alto de la tierra. Estaban a 8.848 metros sobre el nivel del mar, eran las 11.30 de la mañana, permanecieron allí algo menos de un cuarto de hora. Habían conseguido hacer algo que nunca nadie había hecho antes, o si lo había hecho se lo tenía callado. Con este último paso había culminado el esfuerzo de las grandes expediciones británicas que se iniciaron en la década de los 20 en el Himalaya, la cordillera más sublime del planeta junto al Karakorum.
Edmund en plan hipster, Foto utilizada para la portada de la estupenda biografía sobre Hillary, de Michael GIll
Aquella era la novena vez que los británicos afrontaban el reto del monte más alto.
A los hijos del Imperio se les estaba pasando el arroz, y lo peor de todo, para el año 54 los franceses tenían permiso para montar una expedición al Everest, y por si fuese poco, para el 55 esperaban los suizos, así que perdían turno hasta el 56, y ya se sabe que en esto de la montaña, como en casi todas estos afanes secundarios que nos montamos los seres humanos, el ser prímer es fundamental.
Así que el Comité Mixto del Himalaya del Club Alpino y la Royal Geographic Society, que supervisaba los intentos británicos en el Everest decidió que el la experiencia militar de Hunt y sus credenciales en el mundo de la escalada estaban bien para llegar al fin a coronar el Everest.
Mucha gente de la expedición se sintió algo incómoda ante el cambio de Shipton a Hunt, algunos tenían verdadera afinidad con Shipton, por ejemplo Hillary. Edmund manifestó ese resquemor inicialmente, pero pronto Hunt demostró que el cambio en si no era malo, lo malo fue el modo en que se produjo.
Ya he advertido que la expedición estaba montada a lo bestia, más de cuatrocientas personas, de ellas trescientos sesenta y dos cargadores, veinte guías sherpa  y unos pocos expertos en montaña que aportaba la Commonwelth.
Además fue una expedición de las caras, se gastaron 10.000 libras en equipaje, y sumando esto al párrafo anterior queda claro que el asunto era un esfuerzo de equipo, y que el equipo estaba formado por el Imperio Británico en pleno.
Lo primero era establecer un campamento base, y a partir de eso, a por el pico. El campamento se terrminó de montar el 12 de abril de 1953, estas cosas, como las de palacio, van despacio, y lentamente se instalaron su campamento 7.890 metros.
Los días siguientes se dedicaron a establecer una ruta a través de la mítica cascada de Khumbu, una escarpada pared enorme de hielo. George Lowe fue quien supervisó la preparación de la apertura de la ruta, y Hillary se encargó de abrir la ruta planeada a través de la traicionera cascada helada. Una vez abierta, los equipos de porteadores trasladaron toneladas de suministros al siguiente campamento avanzado.
Al 21 de mayo llegaron hasta el Collado Sur, un punto psicológico por la dificultad que entraña, fueron Wilfrid Noyce con Annullu.
En ese momento, Hunt explicó sus planes, había seleccionado dos parejas para el asalto a la cumbre, la primera sería la formada por Bourdillon y Evans, y lo intentarían el 26 de mayo. Evans decidió ascender sin una previsión exhaustiva de oxígeno extra, valorando su aclimatación a la altura con demasiada ligereza, y la verdad es que estuvieron muy cerca, se quedaron a menos de cien metros de altitud de la cima, pero tuvieron que descender.
La segunda pareja era la formada por Hillary y Tenzing. En un principio, Hillary tenía la intención de escalar con Lowe, pero Hunt le quitó esa idea de la cabeza, por lo que, inteligentemente, Edmund hizo un esfuerzo para trabar amistad con Tenzing Norgay desde el momento en el que conoció que su vida dependería de la de él, y viceversa.



En la próxima entrada, llegan a la cumbre, verás...



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