Venimos de aquí
Nueva Zelanda también entró en
guerra, tradicionalmente siempre han sido un pueblo solidario y unido al que
casi está en sus antípodas, Gran Bretaña. Así que cuando empezó el lío, Hillary
solicitó su adhesión a la fuerza aérea, pero al poco tiempo, y antes de ser
considerado, retiró su solicitud porque, según él dejó escrito, estaba acosado
por su conciencia religiosa ¿Una persona religiosa que se plantea que matar no
es la solución? ¿Pero éste tipo de dónde sale?
La mano que todo lo dirige
decidió que el servicio militar en aquellos momentos tan bélicos tenía que ser
obligatorio. Y obligatorio es obligatorio.
Cuando la guerra salió de las
fronteras europeas y se afianzó en el Pacífico, cobraron mucha importancia las
fuerzas de la RNZAF, que era la unión del ejército australiano y el
neozelandés, y allí se fue Hillary con su conciencia religiosa incluida. Desde
1943 a 1945 sirvió en las fuerzas aéreas, en el 45 le trasladaron a Fiji y las
Islas Salmón y en un accidente a bordo de un barco se quemó de mucha gravedad y
le mandaron hecho un pincho moruno para Nueva Zelanda.
In the cockpit of the Trans-Antarctic Expedition's aeroplane, enlace |
Es verdad que Nueva Zelanda es una maravilla, es verdad que
es un lugar paradisíaco, y también es verdad que para los que desean sentir qué
sucede en montañas más altas de 4.000 metros se queda corto en un santiamén.
Así que la llamada de la altitud no se hizo esperar, y Hilllary empezó a
marcarse cotas a las que poner banderas.
Hace unos años, el salón de actos del colegio Rangitoto de
Auckland se llenó hasta los topes porque Sir Edmund Hillary acudía a dar una
conferencia. Mi amigo Paul tenía entonces dieciséis años, y lo recuerda como un
día único en su vida. Paul, toda su clase, y todas las clases del colegio más
grande de Nueva Zelanda, recuerdan aquel día y lo que aquel señor mayor les
contó, y que ahora, adornándolo a mi manera, os voy a contar.
Vamos con ello:
Hillary Les contó que ya en 1951 formó parte de una expedición
al Everest, pero aquella expedición fue un fracaso. Hillary había sido incluido
en una expedición británica de reconocimiento al Everest que dirigía Eric
Shipton. Contó que este Shipton era un auténtico fenómeno del montañismo, que
había subido al Kamet en 1931, el lugar más alto al que había accedido un ser
humano y había vuelto para contarlo. También había intentado en 1935 llegar al
Everest, pero le fue imposible, en 1947, en otra expedición por el Himalaya,
hizo unas fotos de unas huellas de un ser inmenso y desconocido, para mucha
gente esas son las huellas del Yeti. En esa expedición fallida al Everest de
1951 abrieron una ruta que hoy es famosa, la del glaciar del khumbu.
Además de esa historia pionera, Hillary también les narró,
entre frases aprendidas de memoria de tanto repetirlas, su segundo reto
gigante, el que le llevó en 1952 a tratar de llegar a lo más alto del Cho Oyu.
Pero también fracasaron en el empeño porque desde el lado de Nepal, el que
habían elegido, no había rutas seguras, y aunque parezca que no, porque
últimamente hay mucho kamikaze, el montañismo tiene a la seguridad entre sus
principales premisas. El gobierno chino había cerrado las únicas rutas
asequibles para controlar la frontera entre el Tíbet y Nepal, así que se fueron
con viento fresco, literalmente.
Cuando llegó a esta parte de sus aventuras, Hillary tenía al
auditorio entregado, y aún no había empezado a contar la clave que le convirtió
en un deportista que cambió la historia.
Resulta que para 1953 los británicos querían contar de nuevo
con el gran Shipton, pero armaron una expedición en plan batallón, y a Eric
Shipton no le iban para nada esas grandilocuencias, era más bien partidario de
pequeñas expediciones. Pensaba que la montaña se aliaba mejor con los individuos
que con las hordas. Y con pena en el corazón dijo que no al proyecto. Y por eso
se lo encargaron a John Hunt.
A Hillary le había llegado una invitación del Comité Mixto
del Himalaya para unirse a la mega expedición del 53, la noticia le pilló en
Los Alpes haciendo eso que hacen los alpinistas, y se le hizo imposible decir
que no a un nuevo proyecto hacia la cumbre más alta del planeta.
Según me contó Paul, Edmund Hillary se había aprendido muy
bien su propia historia, sabía usar las pausas y los ritmos, sabía hipnotizar.
"No sabíamos si era humanamente posible llegar a la cima del Monte
Everest. E incluso utilizando oxígeno como hacíamos, no estábamos del todo
seguros de si al llegar a la cima no nos caeríamos muertos o algo por el
estilo."
Y Edmund Hillary no cayó muerto en la cima del Everest. El
29 de mayo de 1953, junto con el sherpa Tenzing Norgay, pisó el punto más alto
de la tierra. Estaban a 8.848 metros sobre el nivel del mar, eran las 11.30 de
la mañana, permanecieron allí algo menos de un cuarto de hora. Habían
conseguido hacer algo que nunca nadie había hecho antes, o si lo había hecho se
lo tenía callado. Con este último paso había culminado el esfuerzo de las
grandes expediciones británicas que se iniciaron en la década de los 20 en el
Himalaya, la cordillera más sublime del planeta junto al Karakorum.
Edmund en plan hipster, Foto utilizada para la portada de la estupenda biografía sobre Hillary, de Michael GIll |
A los hijos del Imperio se les estaba pasando el arroz, y lo
peor de todo, para el año 54 los franceses tenían permiso para montar una
expedición al Everest, y por si fuese poco, para el 55 esperaban los suizos,
así que perdían turno hasta el 56, y ya se sabe que en esto de la montaña, como
en casi todas estos afanes secundarios que nos montamos los seres humanos, el
ser prímer es fundamental.
Así que el Comité Mixto del Himalaya del Club Alpino y la
Royal Geographic Society, que supervisaba los intentos británicos en el Everest
decidió que el la experiencia militar de Hunt y sus credenciales en el mundo de
la escalada estaban bien para llegar al fin a coronar el Everest.
Mucha gente de la expedición se sintió algo incómoda ante el
cambio de Shipton a Hunt, algunos tenían verdadera afinidad con Shipton, por
ejemplo Hillary. Edmund manifestó ese resquemor inicialmente, pero pronto Hunt
demostró que el cambio en si no era malo, lo malo fue el modo en que se
produjo.
Ya he advertido que la expedición estaba montada a lo
bestia, más de cuatrocientas personas, de ellas trescientos sesenta y dos
cargadores, veinte guías sherpa y unos
pocos expertos en montaña que aportaba la Commonwelth.
Además fue una expedición de las caras, se gastaron 10.000
libras en equipaje, y sumando esto al párrafo anterior queda claro que el
asunto era un esfuerzo de equipo, y que el equipo estaba formado por el Imperio
Británico en pleno.
Lo primero era establecer un campamento base, y a partir de
eso, a por el pico. El campamento se terrminó de montar el 12 de abril de 1953,
estas cosas, como las de palacio, van despacio, y lentamente se instalaron su
campamento 7.890 metros.
Los días siguientes se dedicaron a establecer una ruta a
través de la mítica cascada de Khumbu, una escarpada pared enorme de hielo.
George Lowe fue quien supervisó la preparación de la apertura de la ruta, y
Hillary se encargó de abrir la ruta planeada a través de la traicionera cascada
helada. Una vez abierta, los equipos de porteadores trasladaron toneladas de
suministros al siguiente campamento avanzado.
Al 21 de mayo llegaron hasta el Collado Sur, un punto
psicológico por la dificultad que entraña, fueron Wilfrid Noyce con Annullu.
En ese momento, Hunt explicó sus planes, había seleccionado
dos parejas para el asalto a la cumbre, la primera sería la formada por
Bourdillon y Evans, y lo intentarían el 26 de mayo. Evans decidió ascender sin
una previsión exhaustiva de oxígeno extra, valorando su aclimatación a la
altura con demasiada ligereza, y la verdad es que estuvieron muy cerca, se
quedaron a menos de cien metros de altitud de la cima, pero tuvieron que
descender.
La segunda pareja era la formada por Hillary y Tenzing. En
un principio, Hillary tenía la intención de escalar con Lowe, pero Hunt le
quitó esa idea de la cabeza, por lo que, inteligentemente, Edmund hizo un
esfuerzo para trabar amistad con Tenzing Norgay desde el momento en el que
conoció que su vida dependería de la de él, y viceversa.
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