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"Victimamente" hablando

Ahí estábamos los ignorantes, complicándonos la existencia entre virus y trajes de astronauta. Con lo sencillo que era ponerse un chubasquero integral con ventanilla  y lavarse las manos.
El tipo aquel de la corbata, médico él, se sabía lavar las manos como el mismísimo Groucho en un día en las carreras.
Y nos tenían entretenidos con cintas aislantes y mangas cortas, con niveles de protección que no pilotábamos ayer, que si P3 que si P4, que si no teníamos que haber elegido susto. En fin, todo muy propio de nuestra idiosincrasia.
Así que llegó el bichito al que nadie sabía doblegar, y lo trajo consigo la voluntad de vencerlo hecha persona, pero el bichito era más fuerte y ante la lucha a muerte que se tenía con la voluntad de vencerlo hecha persona, se embutió en el traje de astronauta, para bucear por el fondo del mar, la generosidad humana en forma de auxiliar de enfermería
Y luego llegó el miedo y con él la lengua a pasear de la mediocridad y la mayor miseria moral que vieron mis ojos, ya cansados de espectáculos de fin de imperio.
No sólo es para él inconcebible que un bichito de Sierra Leona o algún otro país del lejano mundo invisible tome la determinación de saltar la frontera del doctor Livinstong, también lo es que además se permita el lujo de adaptarse a pelear contra la especie del gran Kaiser Guillermo. 
Todo esto no ha podido pasar, decía para si el médico de la corbata, la mayor miseria moral que vieron mis ojos, esto sólo puede haber ocurrido por un error humano.
¿Un error humano? 
Si, éste baile de micromiasmas intercultural ha dejado a la intemperie más de un error humano. El más notable, el de quien puso a semejante médico, que encima ya venía comido, al frente de una sanidad que busca mucho más seguir comiendo que conseguir que nadie enferme. 
Su silogismo es estremecedor: para que un médico tenga la vida resuelta, hacen falta enfermos. Y ese es su truco, al menos conmigo lo consigue, la gente como él, consigue enfermarme. Me tiene próximo a la arcada.

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