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Si me necesitas, silba.

2014
Lauren Bacall
No tengo recuerdo exacto del momento en que vi Tener y no tener, pero recuerdo perfectamente que fue el fin de un ciclo. Un salto, un escalón.
La televisión era en Blanco y Negro, así que mi cerebro se ocupaba de colorear todo lo que allí dentro vivía. Correría 1981.
Roconozco que soy ligéramente más de Alida Valli, y que Gene Tierney en Laura me dejó fuera de combate durante muchos días, pero lo de Tener y no tener fué por demás, nada de medias tintas, sencillamente entré en otra dimensión.
Las referencias se habían colocado todas de un plumazo.
A medida que avanzaba, o retrocedía, según se mire, en el crecimiento hacia la madurez, aparecieron los sudores de Eduard G. Robinson en Cayo Largo y la total y definitiva caida de las estanterías en El Sueño Eterno y aquel "tenga cuidado con su hija, ha creído que yo era Papá Noel y ha intentado sentarse en mis rodillas."
Esos ojos que miraban como esos ojos
Esas frases y sobre todo, esos ojos que miraban como miraban esos ojos, fueron causantes de sueños en blanco y negro y de la incorporación al mundo de los que nos igualamos por la fervorosa admiración hacia Lauren Bacall.

En muchas ocasiones aquellos blancos y negros han dado mucho más color a la existencia que el kinemacolor, el agfacolor y el technicolor juntos.

Me rendí ante su voz cuando de pronto, sin venir a cuento, se puso a cantar en aquel bar de marineros en la Martinica, en 1944, y en 1981.
Y desde entonces tantas veces, esa voz forma parte de mi universo sonoro. 


Lauren Bacall vive.

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